El primer texto que Mar me dio a editar fue “El amor es político” en 2016. Dicho texto planteaba en sus propias palabras: “la monogamia ha sido impuesta como único modelo amatorio por la religión en complicidad con la política para controlarnos a nosotros y más específicamente a nuestro patrimonio”. A parte de unas cuantas redundancias y un uso indebido de dos adverbios; el argumento me transportó al inicio de mi interés por el feminismo y al tema que a mí me parecía más complejo de tratar en su campo: patriarcado y propiedad privada, patriarcado y capitalismo. Todo expresado del modo más sencillo. Hablar con sencillez es tal vez lo más complicado de lograr para quien se dedica a escribir. Muchos piensan que la lucha feminista se centra en la liberación de nuestro sexo por nuestro sexo y para nuestro sexo. Sí también; pero pocos comprenden que nuestro sexo ha sido usado arma contra nosotras mismas con propósitos de apropiación y explotación material. Mar lo expresa en tres líneas y tal como lo expresa ella misma más adelante el feminicidio es precisamente la causa más nefasta de esta forma de concebir las relaciones amorosas.
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Mar les dice de frente a quienes la leen que entiende que hablar de poliamor no es fácil, que existe un miedo al desprecio social. Las implicaciones de actuar en contra de los principios de este espacio son vitales. Es sincera al decirnos que no nos puede dar la fórmula secreta para lograr una forma de amar más justa, honesta y humana. Es ética al no plantear una única forma de lograrlo. Nos empodera y nos da agencia política cuando pone sobre la mesa el hecho de que el amor que conocemos, que nos han enseñado y transmitido no debe dejar de pensarse y cuestionarse; no debe dejar de ser objeto de reflexión. Tenemos la tarea de no dejarnos de pensar por un minuto todos los elementos que configuran nuestra realidad social. Debemos continuar en la tarea de dudar de su naturalidad. En este texto Mar muestra todas las características de una escritora sentí-pensante, no porque imprima emoción a lo que escribe, o porque cuide la emocionalidad de quien la lee. Si lo hace, pero no con aire de condescendencia o lástima, sino con compromiso político. Una forma de invalidarnos aparte de nuestro sexo ha sido decir que somos pura emoción y poca razón. No. Mar es sentí-pensante porque conoce a quien le escribe y escribe para esa persona, en su registro, en su realidad, en sus palabras. Más importante sabe que lo que dice tiene consecuencias. No escribe irresponsablemente.
Como lingüística y antropóloga que no ha terminado de ser completamente ninguna de ellas tuve un conflicto entre la mujer de academia y la mujer en el mundo y el lugar que ocupo en estos dos espacios, que siempre han sido masculinos. Mi lugar en la academia jamás lo di por sentado, lo he luchado sin descanso, a diario. No puedo decir lo mismo de mi lugar en el mundo; eso lo he aprendido con Mar. No es cierto que la academia nos haga más libre pensantes, podemos llegar a ser los más tradicionales y retrógrados. Me acerqué al texto con ojo de correctora de estilo, gramática, puntuación, ortografía y otras convenciones dadas para arruinar un texto desde su forma ya que en la mayoría de los casos al desconocer su contenido no es posible atacar por ese lado. Luego el texto me fue revelando que conocer de lengua no me hacía una experta comunicando y que ser mujer no me abanderaba como feminista. Mar escribe y es feminista a pesar de su no paso por la academia y a pesar del lugar que ocupa en la sociedad. O tal vez deba decir gracias a eso. Que haya elegido la escritura para transmitir su mensaje no es que haberse rendido ante el orden establecido. Es saber identificar potencias y carencias. Supo identificar que la escritura era el lenguaje de quienes se creen poseedores de la verdad y que podría hacerlo accesible a esas otras personas a quienes la desigualdad les ha negado este espacio y que al mismo tiempo la colocaría a ella ese mismo nivel.
Como si todo lo anterior no fuera suficientemente revolucionario y contestatario; Una mujer que se educa sola, en el último texto que tuve oportunidad de corregir “El impresentable” Mar se toma el atrevimiento de defender a un hombre. Lo hace usando términos de leyes, pero sin dejar su propio estilo. Es cierto que ya no comete tantos errores ortográficos y de puntuación como lo hacía antes, pero eso es lo de menos; especialmente para alguien que ha superado su dislexia por sí misma. Lo que debe destacarse aquí es que Mar ha logrado que las palabras hagan lo que ella decida que deban hacer con su texto. Ya Mar no habla por las palabras o gracias a ellas; las palabras hablan por Mar, gracias a Mar, para Mar y no sólo para otras tantas Mares en el mundo; también para otras tantas Olgas, que encontraron en una mujer fuera de su espacio, a una académica y feminista con quien finalmente discutir, proyectar, materializar todo lo que sólo estaba en papel o gastado en saliva de prosa educada poco sentí-pensante.
Olga Lucía Molano, Licenciada en Lenguas Modernas de la Pontificia Universidad Javeriana