Inevitablemente cada día que pasa todos nos volvemos más viejos, pero eso no quiere decir –lamentablemente– que cada día seamos más sabios y/o maduros, por lo menos no para todas las personas. Así como hay quienes no necesitan de demasiado tiempo de vida para madurar y tener una visión muy amplia sobre su entorno, hay quienes simplemente ven pasar el tiempo sin realmente observar lo que les rodea, aprender de ello y permitirse crecer en cada circunstancia.
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Cada uno de nosotros ve las cosas como cree que son, lo cual no significa que sean totalmente acertadas o que lo que estemos viendo sea una realidad absoluta. Vemos las cosas, las circunstancias y las actitudes de quienes nos rodean con el lente que nos da nuestro conocimiento y nuestras creencias; y como habitualmente son conocimientos y creencias demasiado arraigadas, es muy probable que lleguemos a pensar que nuestro punto de vista es el único correcto y verdadero.
Solo podremos ser más sabios y maduros si nos permitimos aprender cada día un poco más acerca de nosotros, de nuestro entorno y a ver un poco más allá de lo que ya conocemos, de lo que creemos. En otras palabras, si damos un paso más allá de nuestros prejuicios y de nuestros miedos, ya que muchas veces es el miedo a lo desconocido lo que nos lleva a aferrarnos con tanta fuerza a nuestra zona de confort.
La pregunta no es cómo deshacernos del miedo, es cómo despertar la inteligencia necesaria para afrontarlo y entenderlo, e ir más allá de él, para poder dar un paso adelante entendiendo que es natural sentir miedo, pero que aún así no podemos permitir que se apropie de nuestra vida y terminemos simplemente viendo el tiempo pasar, y repitiendo una y otra vez la misma dinámica día tras día para llamar a eso vida.
Puedes tener miedo a todo lo que pase en tu entorno, pero al final del día tu más grande enemigo o tu mejor y mayor aliado serás tú mismo. Aunque no puedas determinar con total exactitud todo lo que pasará, sí puedes decidir cuál será la actitud que vas a tomar ante eso que te sucede. Puedes permitir que aquello que te ocurra te haga más grande, más fuerte, más sabio y humilde; puedes dejar que te destruya y te defina de manera negativa, o puedes no hacer nada y ver el tiempo simplemente pasar, lo cual sería casi igual a dejar que de destruya pero paulatinamente.
Cada día somos un día más viejos y eso no tiene que ser una carga del destino, sino por el contrario, un recordatorio de todo lo que hemos vivido, todo lo que hemos aprendido y todo lo que tenemos por agradecer. Hay cosas que pueden resultar inevitables, como el envejecer, pero está en nuestras manos hacer que cada uno de esos días que pasan sean mucho más valiosos que un simple día más.