Las últimas semanas han sido demasiado movidas, tratándose de escándalos y todo tipo de señalamientos, especialmente con ánimo de acusar, señalar y enlodar al único y vertical partido de oposición, uno pensaría que incluso lo más deshonroso tendría límites; pero no, la imaginación y la maldad no lo tienen, menos viniendo de donde vienen, la macabra alianza entre las Farc y “fichas” animadas de esa organización dentro del ordenamiento jurídico ha hecho hasta lo imposible para desacreditar a lo poco que nos queda de expresiones críticas dentro de la arena política, todo con el ánimo de amilanar el descrédito propio de un mal Gobierno, y sobre todo lo que genera la entrega total de Colombia al cartel de las Farc.
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No bastó con el entuerto del plebiscito, resultado que lo guardaron en el bolsillo para luego tirarlo por la borda, el barco no aguanta más, la tempestad tiende a volverse más agresiva; pensábamos que la negociación a espaldas de Colombia en 2010 con las Farc sería la tapa, creíamos que el escándalo de los 12 millones de dólares entregados por un capo de la mafia, alias Comba, a dos amigos cercanísimos del Gobierno sería el límite, teníamos la íntima sospecha de que entregar impunidad y cargos de elección popular a dedo a las Farc generaría algún grado de rubor, pero no le acertamos a nada, la desfachatez e indelicadeza de quienes llegan a posiciones del Estado no tiene fin. ¿Qué hacer?
Se habían demorado quizás en enlodar a Óscar Iván Zuluaga, a quien de manera justa y jurídicamente correcta se le archivó el expediente que cursaba en la Fiscalía General de la Nación; solo bastó que se le archivara dicho proceso para que de manera “mágica”, como si se tratara de acto circense, le enrostraran el aporte que la firma en cuestión y de moda, Odebrecht, hizo en su momento a su campaña, ¡tan raro!, ¿cierto?, que justo cuando sale el escándalo de la compañía multilatina de infraestructura, la cual se reputaba seria, eficiente y, sobre todo, transparente, escándalo que enreda no solamente a dos figuras de la política oficialista como lo son Cecilia Álvarez y Gina Parody. Sino también a dos grandes empresarios como lo son el grupo Solarte, que estaba consorciado con Odebrecht, así como también una de las filiales del grupo Sarmiento Angulo, si de raseros se tratara y de aplicar la norma vigente, es decir, el estatuto anticorrupción, todas estas empresas deberían estar en serios aprietos en la Fiscalía General, declarados caducos todos sus contratos y cancelados los registros únicos de proponentes; el asunto no para ahí, probablemente funcionarios de la agencia nacional de infraestructura, como la ministra del ramo, tienen seria responsabilidad en la adición multimillonaria sin licitación, sin estudios previos para adjudicarla a dedo, de manera también mágica, a Odebrecht.
A Óscar Iván Zuluaga solo le podemos decir que creemos en su transparencia y verticalidad ética, es que sencillamente en una campaña política si una compañía seria y sin tacha quiere pagar una factura a uno de los candidatos más opcionados, ¿quién se negaría a ese apoyo? Por ahora sí sería bueno que nos contaran quién va a pagar los 120.000 millones de pesos que le regalaron a Odebrecht en el Banco Agrario, no es justo que el dinero del campesinado de Colombia termine en manos de corruptos.