Opinión

1000 maneras de morir

Una lesión de tobillo lo tenía a maltraer. En 1980, peleando contra el destino, un choque contra un rival le había dejado el pie herido y en algún entrenamiento volvió a resentirse. Lo que pasa es que, pensando en la temporada venidera, no podía dar ventajas. Necesitaban de sus servicios porque él estaba en medio de un caótico San Lorenzo de Almagro que coqueteaba con el descenso.

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Y el 80 fue eso: fue luchar desde abajo para no perder la categoría. Y no lo hizo nada mal a pesar de las afugias. Aquel destartalado San Lorenzo en el que él jugaba como defensor central tenía que ganarle a Tigre si quería seguir ocupando un lugar en primera. Con los nervios de punta, jugando en una cancha que no era propia –el equipo, por cuenta de una durísima crisis económica, se vio obligado a vender su estadio para que allí construyeran un supermercado–, debía vencer los demonios del descenso para así, en 1981, reordenar la casa y volver a esos lugares que no quería abandonar.

El pobre Hugo ‘Tomate’ Pena no podía del dolor. Una de sus piernas estaba maltrecha, pero no era momento de llorar y mucho menos de abandonar. Su anestésico era la vergüenza: ni él ni sus compañeros podían permitir el descalabro. Entonces ‘Tomate’ peleó contra él mismo y superó esas punzadas de tobillo que lo iban a matar. Por eso, sin miedo, arremetió contra el arco de Tigre y marcó el gol que abrió la victoria de San Lorenzo 3-1 y que a falta de dos fechas para terminar el torneo le daba el pasaporte para no irse a la oscura segunda.

Sin embargo esos dolores de tobillo no eran menores: los médicos del club lo revisaron y se había roto los ligamentos de ese sector. Debió ser operado y exhibía un largo yeso que sería retirado entre diciembre y enero de 1981 para luego comenzar las tareas de recuperación, más allá de que su incapacidad le haría perderse la pretemporada.

Entonces, el 9 de enero de 1981, ya con la pierna sin yeso, el médico le ordenó reposo y baños de agua con sal en el tobillo para desinflamar. Hugo Pena estaba en la sala de su casa y sumergió el pie en el balde para encontrar algo de paz. Su hija Gabriela, de tres años, le dijo que si podían ver televisión. Ella quería sintonizar Tom y Jerry

Por ese tiempo los televisores no tenían control remoto: los canales se cambiaban con la mano, volteando una perilla ruidosa. Pena acercó la mano hacia el aparato para sintonizar los dibujos animados que su hija quería ver, pero olvidó el balde y el agua con sal y su pie sumergido. Una descarga eléctrica sobrevino en ese instante y a pesar de los esfuerzos de los doctores del Hospital Vélez Sarsfield para salvarlo, ‘Tomate’ Pena no saldría nunca más de ese lugar.

Tenía 29 años.

Así comenzó el año para San Lorenzo, con la muerte de uno de sus caudillos. Y no iba a terminar mejor: sin la presencia de Pena, con el golpe anímico fresco cada domingo y luego de perder 1-0 frente a Argentinos Juniors en la última fecha de ese campeonato, ‘el Ciclón de Boedo’ se fue a segunda.

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