Columnas

No soy Uber

A esto hemos llegado, a tener que publicar lo que no somos. La presunción de inocencia al revés, como si a las personas nos tocara llevar colgado un letrero diciendo “No soy un criminal”. Eso sí, muy coherente con la sociedad en la que vivimos. En Colombia hay que demostrar que uno no es un delincuente para todo, desde comprar una casa hasta sacar un celular a cuotas. Y por supuesto también para manejar, porque al ser Uber ilegal, quien trabaje para la plataforma es técnicamente un criminal.

El letrero podrá parecer ridículo, pero por estos días es más que pertinente. La semana pasada en Suba, taxistas persiguieron un carro de Uber y lo quemaron, mientras que hace pocos días en Cartagena agredieron a Aníbal Moreno, concejal de Turbaco, cuando se encontraba en el aeropuerto recogiendo a unos familiares. De nada sirvió que el funcionario se identificara y tratara de explicar que no trabajaba para Uber, igual fue perseguido, acorralado, agredido y acusado con la Policía, según sus palabras, por cinco taxistas. Desde la capital de Bolívar se ha informado que existe un escuadrón de al menos 200 de ellos dedicados a cazar carros de Uber.

Eso por allá. Acá en Bogotá no hay cifras, pero las persecuciones de los amarillos a los blancos son noticia cotidiana. Circulan volantes ofreciendo dinero a cambio de denunciar a la competencia, y Hugo Ospina, uno de los líderes más visibles del gremio, se expresa por redes sociales, radioteléfono y medios de comunicación, motivando a sus compañeros a acabar con quienes quieran quitarles el trabajo.

 

Y es raro, porque al salirles competencia a los taxistas lo lógico es que el servicio hubiera mejorado, y lo que ha es empeorado. Ya no solo tienen taxímetro adulterado, se niegan a ir a ciertos sitios y prestan servicio de viajes colectivos, sino que ahora agreden como si de un grupo terrorista se tratara. Otra rareza que ocurre con Uber es que ha sido declarada ilegal pero igual le clavaron IVA. ¿No habría sido más lógico hacerlo al revés, normalizarla primero y gravarla después? Es como si el Gobierno hubiera perseguido en su momento a Pablo Escobar por dos vías: la Fuerza Pública y la Dian.

Tomé la foto un martes cualquiera bien temprano, antes de siete de la mañana, junto a un hospital. En el interior del vehículo el conductor dormía mientras esperaba que su cliente saliera del centro de asistencia. Igual no se le veía cómodo, por lo que alcancé a notar, tenía los ojos más bien entreabiertos, por si las moscas. Calcomanía y todo, le deben haber caído encima más de una vez.

*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

 

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