El 2016 no fue un año divertido de tratar en asuntos de moda. El prólogo del año lo encabezaron personajes que “hacen parte” del sistema moda del país acusados de robar a los diseñadores nacionales y terminó con estos mismos organizando ferias de moda para los diseñadores. Personajes que roban y exigen primera fila, personajes que exigen primera fila y no hacen nada por la industria, personajes que no hacen nada por la industria y hablan mal de ella. Lo chocante no es identificar qué o quién dispara el gatillo, sino la indiferencia a la acción. Indiferencia que después se torna en una avalancha de quejas, mala onda y peleas que finalmente estancan la industria y que, en mi opinión, hicieron de este año uno muy “difícil de lavar”.
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La segunda versión del Bogotá Fashion Week fue una muestra clara de que hay unas ganas evidentes de satanizar cualquier error que surja en la industria. No se trata de no opinar, se trata de que esa opinión buena o mala se capitalice en una acción en pro de mejorar. Hay todo un discurso sobre los desaciertos en las plataformas de moda en Bogotá, pero es que la poca empatía por trabajar juntos en la sociedad del mutuo elogio siempre será el problema. Mientras la importancia esté centrada sobre, por ejemplo, en quién se sentará en primera fila –algo que llamo ‘los juegos del hambre de la moda’– y no en cómo generar un diálogo constructivo de las colecciones o los diseñadores, estamos mal. ¿Cuántas de estas personas que fueron a posar en sus asientos “mentalmente preferenciales” hicieron comentarios positivos, constructivos o críticos frente a momentos como la puesta en escena de María Luisa y Diego Guarnizo, a la primera colección de invierno de Daniella Batlle, la impecable colección de Darío Cárdenas inspirada en el Perú? Si el apagón de la pasarela de Gris y la repetición de la pasarela de Isabel Henao los nubló inmediatamente. Como dicen, al caído caerle.
Este año durante Colombiamoda la marca Erikó copió varias piezas de la colección de Neil Barrett, sin embargo, sin ahondar en la gravedad de la situación, de nuevo el problema surge después. La delgada línea entre la copia y la inspiración se volvió una cacería de brujas no solo por quienes ni siquiera habían atendido a la feria, sino incluso por aquellos que se airean con títulos más compuestos que nombre de protagonista de novela mexicana. Esto es copia, tuit, aquello es copia, tuit. A diestra y siniestra. Diseñadores como Jorge Duque, Renata Lozano y los jóvenes creadores de la colegiatura recibieron daños colaterales de la negligencia del incorrecto uso –o más bien, sobreuso de esta– y finalmente Colombiamoda terminó recibiendo el impacto final en prensa.
La afamada palabra ‘copia’ no solo se extendió a casos como empresas como ELA o Tennis, sino a los actores de este gran círculo. Que la bloguera X tomó fotos como la bloguera Z, que la ilustradora A copió el estilo de la ilustradora B, que la revista F quiere ser como la revista G. De la nada, la empatía y todo el ‘pajazo mental’ de “trabajemos juntos” queda como lo que es, una cortina de humo, y se vuelve comidilla para los seguidores digitales. Entiendo que 2016 fue año dirigido por Tarantino, pero incluso sus personajes tenían razones argumentadas por las cuales atacar.
El B Capital de este año fue un despliegue de talento. Kika Vargas levantó la barra a sus contemporáneos del rubro con una espléndida puesta en escena que generó todo tipo de emociones. Como dijo un amigo: “Si en Colombia se hiciera alta costura, Kika sería nuestro Valentino”. Pero aun así los comentarios que resaltaban eran relacionados con el peso de las modelos, la “practicidad” de los vestidos para irse de fiesta o la indignación de observar un show de pie. Según Rokha la moda debe emocionar y hacer feliz a la gente, si solo se tratara de vestir el cuerpo cualquier trapo nos serviría; entonces en Colombia no se está haciendo moda o la gente que la percibe no es gente.
Las semanas de la moda en Colombia suponen ser plataformas para exponer a los grandes y nuevos de la industria, para mostrar el talento y, finalmente, venderlo. Retroalimentar el ciclo y hacer de la moda un negocio estable. Sin embargo, 2016 reiteró que hay todavía actores del sistema moda cuya negligencia, envidia y autoindulgencia lograron ser una neblina pesada que nos tenía a todos de mal humor, con cero ganas de “echar pa’ lante” y desear que el año pasado se acabara. A todos ellos les digo, ¡sacúdanse y reinvéntense o cambien de industria por favor!, la mala onda es de 2016 y en este nuevo año necesitamos personas que quieran construir moda en este país de talentosos.
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.