Hoy es un buen lunes para Orlando Rivera. Santafereño rabioso, de los de antaño, aunque algo alejado del estadio hace tiempo porque trabaja como negro. Pero ese punto me ha servido para mamarle gallo con buena onda porque, le digo, exagerando la cosa, que un hincha no puede ser desconsiderado con su amor futbolístico así el amor futbolístico sea desconsiderado con el hincha. Él se ríe y me pregunta que Millonarios cuándo juega y me deja jodido ahora en estos tiempos de playoffs y mata-mata.
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Debe estar feliz, digo, porque no parecía fácil imaginar un final de año con Santa Fe dando la vuelta olímpica. No porque el club no haya hecho méritos con el fin de lograr su novena estrella: ni más faltaba. De pronto sí parecía una quimera esta postal de hoy, con los rojos levantando la copa, si la mente se remonta a meses atrás, tiempos en los que el oleaje era fuerte y parecía hundir el barco.
El episodio que desató la salida de Gerardo Pelusso –arquitecto de la obtención de la Copa Sudamericana– movió cada uno de los andamios en la estructura. Y mucho más la aparición de Alexis García como reemplazante frente a semejante emergencia. El DT chocoano unió a los hinchas en torno a rechazar cada uno de los puntos de su gestión, que era modesta y que concluyó en pleno caos cuando en el Defensores del Chaco el rojo deambulaba sin soluciones tácticas y era eliminado por Cerro Porteño en primera fase de Copa Libertadores y después frente a Tuluá en playoffs –en esos tiempos Orlando Rivera ni se asomaba por ahí–.
Parecía mucho tiempo perdido y parecía que el rubro refuerzos tampoco cuajaba: Salaberry adueñándose del letrero “Peligro” en cada una de sus intervenciones en la zaga, Joao Rodríguez jugando como promesa y no como realidad, Anderson Plata divagando con su secular pelea con el gol, Humberto Osorio Botello desoxidándose ante tantos tiempos muertos en su carrera, Leonardo Pico perdiendo día a día su condición de gran volante 5, Kevin Salazar convirtiéndose en ojeador de partidos desde el banco y el venezolano Falcón mirando hacia el cielo pensando en tantos goles perdidos y en que se estaba transformando en un clon del ecuatoriano Angulo.
Llegó Costas cuando las lenguas de fuego salían por las ventanas de la sede santafereña y empezó a dar confianza a un plantel que no había elegido, pero al que se dedicó a sacarle brillo, sin que fuera fácil. Y encima con Suruga Bank y Recopa al frente. Una sí, otra no y el colectivo estaba ausente. Difería mucho del Santa Fe campeón 2014 también con Costas, mucho más vistoso. Este tenía que acomodarse primero y después pensar en los resultados.
Se les fue dando todo: más de una decena de partidos invicto, Anderson Plata convertido en oro puro, Gordillo asumiendo las cargas en el medio, Roa regresando a los tiempos en los que lo quisieron de Boca, Castellanos solucionando problemas cuando las papas quemaban, Moya y Urrego en silencio tratando de aferrarse al recuerdo de Yerry Mina…Y se coronaron campeones justicieramente. Pudieron darle la vuelta a la tormenta.
Por eso Orlando hoy seguro llegará a enrostrarme la novena. De golpe llego tarde para que no me joda…
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.