Cuando se acerca el fin de año y el inicio de uno nuevo es habitual que exista un cambio de humor en la mayoría de personas, aunque muchos les huyen a las fiestas o celebraciones, otros parecen tener durante un par de meses una sonrisa a flor de piel. Aun así y sea cual sea la actitud que particularmente tengas ante la época, sí es un factor común el hecho de que a todos se nos llenan la cabeza y el corazón de un existencialismo agudo.
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Muchos tienen una tendencia un tanto negativa y creen que tanto lo malo que sucedió, como lo que se imaginaron podría llegar a suceder, lo vivirán y está próximo a pasar haciendo que las cosas vayan de mal en peor. Y para que el sentimiento de fatalidad no llene sus vidas y los ahogue en depresión tratan de distraerse con cualquier cosa negando lo que sienten, o se aíslan por completo para no querer saber de nada más.
En cualquier caso, tras esa inmensa negatividad aparece la resignación: como las cosas van a ir en caída, pues me acomodo para caer. En resumen, se conectan tanto con su visión trágica del futuro que empiezan a vivirla desde ahora, entregándose a ella sin darse la posibilidad de al menos tratar de hacer algo por cambiarla, por cambiarse.
De alguna manera, cuando te atas a esa negatividad lo que estás haciendo es aferrarte a las experiencias del pasado para proyectarlas como un futuro constante e inevitable, y una vez predispuestos a que lo malo suceda, la vida se encargará de darte la razón y lo malo seguramente sucederá. Porque en ese salto entre el pasado, que tal vez no fue bueno, y asumir que el futuro será igual o peor olvidas el momento realmente importante, válido y clave para tu vida: el presente.
Si proyectamos nuestras expectativas en que se repita el pasado, terminaremos por repetir lo vivido y no lo bonito, sino todo aquello que no nos gusta. Si atamos nuestras emociones al pasado seremos los responsables de bloquear nuestro camino; igual que si solo nos quedamos esperando que el futuro llegue con algo mejor. Es maravilloso tener planes, sueños y expectativas, pero son realmente valiosos cuando eso que esperamos del futuro se ve reflejado en lo que hacemos en el presente para lograrlo, de lo contrario son solo sueños, no metas.
Sería realmente valioso y transformador poder usar ese existencialismo agudo propio del cierre e inicio de nuevos ciclos para realmente concentrarnos en vivir el momento presente, en dar todo de nosotros cada día, un día a la vez; como quien al levantarse solo sabe agradecer, disfrutar y ganar, aprovechando todo lo que la vida nos da y siendo conscientes de todo lo que a la vida damos, desde nuestro estrés y mal humor hasta nuestros gestos de generosidad, respeto y bondad para con quienes nos rodean y con nosotros mismos.
De esta forma, seguramente entenderemos que aunque se acabe un año, o un día, la vida solo se trata de vivir en el presente y aprender de todo lo que nos pasa. Tal vez es algo que deberías probar y, a lo mejor, correrás el riesgo de que todo te salga bien.
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.