Desde hace mucho opté por enlistarme entre esa minoría de románticos para quienes la palabra constituye un agente de cambio, y la lectura un eficaz vehículo cuando de esparcirla se trata. En contraposición, la conciencia nacional pareciera profesar lo opuesto. Aquella queja de que “los colombianos no leemos” constituye un clásico de infaltable mención entre los innumerables lamentos de baja autoestima patria en formato cliché.
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El Dane arroja un promedio de 4,2 libros al año devorados por nuestros conciudadanos. Quienes hemos padecido el hacinamiento de cada Feria Internacional del Libro en Bogotá, bien podríamos especular que la nuestra es tierra de lectores infatigables. Casi todos de Garmendia o del youtuber de ocasión… ¡pero lectura es lectura! Ahora bien… si a lo anterior agregamos la tendencia puramente nuestra a exagerar méritos propios, a minimizar errores y a inflar proezas –ya sean estas eróticas, financieras, deportivas o culturales– fácil es especular que tales estimaciones exceden en demasía la realidad local. Una cosa es afirmar que devoramos uno o cinco libros al mes y otra más compleja comprobar la dosis de verdad incluida en esa aseveración, no respaldada por método alguno de verificación.
Una mirada algo menos superficial y despojada de prejuicios insinúa un panorama más esperanzador. En lo personal, dudo que durante algún momento de la historia los jóvenes hayan leído y escrito tanto como ahora… Sí… en tablets, smartphones, por la vía del chat y mediante otros dispositivos de talante similar. Pero –repito y redundo– lectura es lectura. De dos meses a la fecha he tenido el privilegio de visitar con regularidad el circuito de bibliotecas distritales. De hecho Colombia es el segundo país de América Latina con mayor cantidad de estas por municipio. Gracias a muchas de sus estrategias, hemos ido venciendo el prejuicio de la lectura como una suerte de martirio somnífero equiparable al de una eucaristía obligatoria y el de las bibliotecas como monasterios insufribles.
Algunas disponen de salas consagradas a vertientes editoriales muy populares entre los más jóvenes: la novela gráfica, el manga y el cómic entre estas. Hay conciertos, clubes de lectura y actividades de muy heterogéneas y divertidas índoles. Bogotanos de todas las edades han comenzado a visitarlas con sorprendente asiduidad y así se van convirtiendo en escritores y lectores. La lectura es entretenimiento y constituye quizá la más simple y mágica manera de desplazarnos a nuestro antojo en el tiempo y el espacio sin incurrir en mayores erogaciones económicas. Libros existen de todas las naturalezas, soportes y contenidos. Y ahí están esperándonos, listos para ser leídos.
De ahí esta muy autopromocional invitación para que a partir de hoy se sumen a una aventura denominada Leer es volar TV. Semanalmente, este espacio de la Secretaría de Cultura de Bogotá, emitido por Canal Capital los martes y jueves a las 10:15 a.m. y 5:15 p.m., nos llevará por el mágico universo de la lectura y la escritura y nos demostrará con pruebas y argumentos amplios y suficientes hasta qué grado escribir y leer son actividades que pueden llegar a alterar para siempre el curso monótono de una o de varias existencias. Entrevistas íntimas con autores, novedades editoriales, conversaciones con lectores y gestores e historias conmovedoras de gentes cuyas vidas han sido marcadas por los libros estarán entre los atractivos que esta propuesta traerá consigo. ¿Nos acompañan?