Por: Virginia Mayer // @Virginia_Mayer
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Ya había escrito sobre este tema. Y nada ha cambiado. Me mencionaron en un comentario a un texto que contaba que en Bogotá se escapó una vaca que se instaló en un parque. Decía algo como: ¡Dejen a Virginia Mayer correr por ahí! Otro personaje tuiteó que se sentía culpable por decir que si VM no fuera gorda, le caería bien. Y otro tuiteó: Más feo que VM con leggings.
No conozco a esta gente ni ellos a mí. Que me lean no implica que me conozcan. Sin embargo, no es un secreto que soy gorda y además no lo escondo, ni más faltaba. ¿Entonces qué tiene que ver mi sobrepeso con mis letras? Muy simple, y entenderlo es lo que hace que estos comentarios no me lleguen al alma. Una persona que pretende ofender a otra basándose en su aspecto físico, no tiene argumentos. Alguien tan ignorante y con esa capacidad de odio está hecho de odio, es lo que lleva por dentro.
Lo mismo le pasa a Ma. Paulina Baena, Catalina Ruíz-Navarro y Carolina Sanín, entre otras, que son atacadas con un odio aberrante porque hablan duro y no temen decir exactamente lo que piensan. No tenemos que estar de acuerdo. Si todos pensáramos igual, no tendría yo nada que escribir. Exponerme al publicar mis textos me deja en una posición vulnerable a cualquier ataque. Pero yo quiero cambiar el mundo, quiero creer que podemos evolucionar como sociedad. Quiero tener discusiones civilizadas con quienes están en desacuerdo conmigo. Estoy abierta para aprender y admitir que me equivoqué. Esos insultos -los mismos que recibí en el colegio cuando tenía 12 años- solo dejan en evidencia la patética capacidad cognitiva de quienes los usan.
Tenemos que aprender a discutir, a oír al otro sin pretender silenciarlo. No me van a callar llamándome gorda, fea, lesbiana, promiscua, puta, asesina y bruta. Y tengo lora para las décadas que me quedan de vida. Entonces ahí verán…