Twitter: @ElBlogotazo
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No profeso fascismos, totalitarismos ni autocracias. Desconfío de las jerarquías. Por eso toda figura de autoridad subyacente a estas en sus múltiples expresiones, modalidades de abuso y vertientes me fastidia. Consecuente con ello, y quizás en perjuicio de mi estabilidad financiera, hace años opté por nunca tener jefe alguno ni muchísimo menos por aspirar a ser patrono de alguien.
En tal sentido, procuro mirar a los demás de frente… como iguales. Si algún semejante nuestro nos parece demasiado grande es porque lo estamos viendo de rodillas. Y si nos resulta en extremo pequeño, de seguro andamos contemplándolo con injustificada altivez. Lo anterior para dejar explícita la convicción de que por lógica y justicia todos deberíamos ser merecedores de idénticas medidas de dignidad, derechos y participación.
Mi yo romántico defiende la anarquía. Esto es… la autorregulación individual y el respeto a los otros y a la vida circundante en función de una responsabilidad no impuesta, más allá de figuras policivas o de castigos o premios implícitos. Pero… ¿cómo implementarla, si ni con la democracia podemos? La historia lo corrobora: al responder a dictámenes mayoritarios y al ser tales mayorías en su esencia inconscientes, descorazonadas o, en el menos aberrante de los casos, mal informadas, dicho modelo tiende al error. Como un ente peligroso y autodestructivo que deja los destinos del mundo y de quienes lo habitamos –humanos y no humanos– en manos de insensatos.
Los errores históricos del voto mayoritario han quedado registrados para la eternidad en el cuadro de honor del salón de la infamia. De no olvidar la victoria aplastante de los hitlerianos en las elecciones parlamentarias germánicas de 1933 o la elección de Uribe como ‘gran colombiano’ de History Channel. Fueron las mayorías –eso cuenta la leyenda– quienes absolvieron a Barrabás y condenaron a Jesucristo. Son esas mismas las que en masa tienen a Justin –tanto Timberlake como Bieber–, a Britney Spears y a Shakira entre las personalidades más seguidas de Twitter, cual si estas tuvieran cómo guiarnos.
Muchos ingenuos quisiéramos abrazar el engañoso credo de que “los buenos somos más”, al parecer una consigna promovida por cierta masa de cretinos amangualados de manera tácita para así emboscar con mayor facilidad y menos obstáculos a un conglomerado minoritario de seres bienintencionados. Pensémoslo desde lo matemático y lo genético: si los irresponsables tienden a reproducirse más desaforada, descontrolada e irreflexivamente, y los metódicos justo en la forma y proporción contrarias, resulta fácil concluir que los descendientes de estos, expuestos a su educación y su ejemplo, son un ejército en avanzada. Y que nos van acorralando…
Triste decirlo, pero el hecho de que las consabidas mayorías propiciaran el triunfo del brexit en Gran Bretaña, del ya por fortuna enderezado ‘no’ en Colombia y de Trump en Estados Unidos parecieran alertas sintomáticas acerca del fracaso de la democracia como modelo político. Aun así, hoy quiero creer que al fin esa tan esquiva reconciliación ha encontrado su camino y que los reparos de quienes en uso pleno de su raciocinio defendieron la negativa, terminaron por fortalecer y no por malograr el proceso. Que el dictamen mayoritario sigue siendo la menos imperfecta vía de gobierno. Y que por una vez tales mayorías acertaron, para así demostrar que la democracia no es la fuerza desgastada ni la ‘mediocracia’ que hoy pareciera. Los años lo dirán.