Opinión

Hostigamientos

¿Cómo explicarle al mundo que no ansío acumular puntos, hacerme miembro ‘carnetizado’ del club de compradores frecuentes, de suscriptores ni de superclientes? Que no pretendo ir por el planeta amontonando millas y que, de tenerlo entre mis prioridades, ya hace mucho lo habría gestionado sin mediar acorralamientos. Que abominaría matricularme en cofradía alguna enmarcada por las siglas angloparlantes V.I.P., pues más que de exclusividades soy hombre de igualdades y además tengo el castellano por lengua materna.

¿Cómo hacer razonar a los impulsadores de Claro para que asimilen mi completo desinterés en poseer teléfono ‘embruteciente’ o plan de datos? Cómo dejar explícito en documento público y juramentado ante notario, juez, chamán, sacerdote o cualesquier otra autoridad civil, cósmica, policiva y religiosa que con mi Nokia 111.1 me basta. Que no empleo ni emplearé jamás WhatsApp. ¡Cómo señalarles lo contraproducente que resulta para su causa mercantilista andar ofreciéndome Androids o dispositivos 4G un domingo a las 8:00 a.m., pues así mi repudio por dichos tiestos se redobla hasta empujarme a insultar al hostigador-promotor de turno! ¡Cómo transmitirles que no quiero saber de penalidades o cláusulas de permanencia! Que no tengo por qué especificarles la razón para haber desertado de sus filas o para no enlistarme.

Cómo lograr que comprendan lo poco que anhelo ‘fidelizarme’, en tanto las únicas fidelidades que profeso están concentradas en mis principios, amigos y familia y en Marcela. Que no me interesa canjear trescientos cincuenta mil ‘magipuntos’ por un pocillo tintero. Cómo decirles que no me apasiona “agrandar mis papas” por 3000 pesos más. Cómo suplicarles que no vengan a entramparme con patrañas, espejismos y estafas invasivas de tiempos compartidos en Acapulco, Isla Margarita o Chinauta. Cómo decirles que la geometría piramidal me asquea y que no ansío hacerme agente proselitista de Nature’s Sunshine, Herbalife o Yanbal ni comprarles. Que no aspiro a feligrés converso de secta comercial ninguna: se pierden amigos y dignidad. Que me rehúso a vivir la experiencia Amway. Que a mi existencia no le caben más membresías. ¡Cómo expresar con la debida contundencia lo poco que me simpatizaría convertirme a católico, evangélico, cristiano, cienciólogo o testigo de Jehová, pues esto último ya lo fui y si me marché fue por razones serias!

Cómo gritarle al universo que no me entusiasma poseer automóvil ni motocicleta, así las cuotas sean cómodas y los plazos generosos. Que renuncié a mis tarjetas de crédito en 2001, bajo uso pleno de mi raciocinio. Cómo contarle a mi banco que no me trasnocha mantener un saldo mínimo para participar en sorteos de ningún tipo, bien sea de cafeteras automáticas para capuchino, reproductores de MP3, de ‘ayudantes de cocina’ o de ‘picatodos’.

Cómo manifestarles a mis amigos tercos que no quiero Instagram, Spotify, LinkedIn, Candy Crush Saga, Google+, ni Pinterest. Que ya con Facebook, YouTube, Twitter y mi abanico propio de embelecos personales me sobra. Cómo convencer a mi cableoperador de lo poco que me apasionan los canales premium. Cómo esclarecerles a los atosigadores de oficio mis motivaciones ideológicas para no andar exponiendo mi privacidad en formularios ni convertirme en víctima voluntaria de spams y llamadas a destiempo. Que me prefiero desarticulado, desconectado, asocial y desadaptado. Después de todo, en un contexto de infamias y mezquindades como el que habitamos, la desadaptación es mérito. Lo preocupante sería adaptarse. Hasta el otro martes.

*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

Tags

Lo Último


Te recomendamos