Opinión

Indiferencia

Por Andrés Ospina – @ElBlogotazo

Temo con mayor intensidad a la indiferencia que a la delincuencia. Me aterrorizan y asquean los tibios. Los del “eso no es conmigo” y el “no sabe / no responde”. Los que no defienden causa alguna más allá de su horizonte inmediato y mezquino de intereses, afectaciones y pasiones personales. Esos que “de política y religión no opinan”. Los del “desde que a mí no me hagan nada…”. Los del “con lo mío ya tengo suficiente” y el “siempre que no se metan con uno”. Los que no salen a votar porque está lloviendo o porque “les da pereza”.

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Esos sí que entrañan lo más siniestro y malsano de nuestra condición. Los que “cuentan el milagro, pero no el santo”. Los indolentes de espíritu y los desapegados de alma. Los que imaginan que con ser honestos, respetuosos de la ley y felices basta. Los que se ponen la máscara de oxígeno y continúan la siesta mientras el tripulante de al lado se asfixia… Los que miran, contemplan y callan. Los del “¿y yo qué tengo que ver con eso?”. Los que ante la hambruna general se procuran el más voluminoso de los emparedados y luego se lo esconden. Los que observan la masacre en directo y luego cambian a Netflix, por ser más entretenido.

Y les profeso pánico. A los cultores del “en pleito de otros yo no me meto”. A los militantes convencidos del “puñalada en vientre ajeno no duele”. A los del “con gusto te colaboraría, pero estoy muy ocupado”. A los del “a mí no me comprometan”. A los del live and let live y a los del live and let die. A los que no saben de empatías. A los del “sálvese quien pueda”. A los juristas del: “¿Qué presupuesto tienes, para yo poder ayudarte?”. Pocos tan peligrosos como aquellos militantes del mutismo tácito. Los que al ver a su semejante violentado, indefenso o maltrecho, se detienen a regodearse en su desdicha o disminuyen la velocidad del vehículo para hacer buenos registros fotográficos, cual si fuera show circense. Los de la responsabilidad social como lavatorio de culpas.

Hablo de ellos. De los que por principio no reaccionan ante vulneraciones o estímulos, toda vez que estos no rocen su fuero inmediato. De los del “uno sólo defiende lo de uno”. De los pusilánimes que ven a su conciudadano padecer mientras devoran crispetas. De los ‘revictimizadores’ de oficio. De los que inculpan a mujeres inocentes bajo la absurda premisa del “dar papaya” o del “¿quién las manda?”. De los de la ceguera selectiva ante toda manifestación externa de infamia… De los del “conmigo no cuenten”. De aquellos cuyas mentes no conmutan en colectivo. De los del “yo no me hundo con nadie”. De los que no tienen corazón ni cabeza para líos de otros.

Si bien abominables, los clichés tienen su sabiduría. Lo dijeron Martin Luther King y Mahatma, en frases que hoy son frívolos memes: “Al final, no recordamos la palabra de nuestros enemigos, sino el silencio de nuestros amigos”. “No me asustan las cosas malas de la gente mala sino el silencio de la gente buena”. O, mejor, y en verso… “cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”. Hasta el martes.

*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

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