Santa Marta tiene tren, pero no tranvía, Cartagena ostenta su champeta y el Valle del Cauca atesora en María su celebrada joya del romanticismo literario. ¿Pero qué de Bogotá? Contrario al prejuicio, quizá basado en la escasa tradición de divulgación e investigación al respecto, nuestra capital ha servido como telón de fondo, plataforma e inspiración para infinidad de obras concebidas en su nombre.
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Lo anterior sonará ocioso, pero para los amigos de rentabilidades y otras miserias, en cifras vulgares aunque necesarias, y de seguro desconcertantes para los fundamentalistas del credo prejuicioso de que “la cultura no da plata” y de que los casos afortunados a ese respecto son “de uno en un millón”, a tiempo presente las industrias culturales suman un no despreciable 1,5% del PIB nacional.
Dicha cifra las consolida como un renglón económico en ascenso y vibrante, que congrega sectores tan diversos como las industrias editorial y musical, audiovisual y de artes gráficas, entre algunos otros. Cual si eso no bastara, la cultura hace gentes más saludables, satisfechas con su existencia y por tanto productivas, y confiere dignidad a los pueblos que la sitúan dentro de su inventario de prioridades. Sonará demagógico, pero es cierto.
La cultura entretiene, y se esconde entre zurcos de discos en vinilo, o en celuloides humedecidos que antes fueron películas del Faenza. La cultura es un montón de chismes maravillosos y de historias ocultas que nadie cree. Como aquella de Pastor López y su orquesta cantándole a Cedritos, barrio capitalino que pocos imaginarían oír en una canción del hermano país. O la del primer documento cinematográfico rodado en este suelo, correspondiente a la película El drama del 15 de octubre, de 1915.
La cultura es eso: datos, trivias y cientos de canciones que, gracias a obstinados coleccionistas, ya cuentan más de un siglo de grabaciones musicales consagradas a Bogotá y disponibles. Es recordar que por aquí vibra la magia del arte en vivo, y del grafiti o el stencil. Es entender que la capital colombiana se ha metido en la mente de decenas de escritores desde hace siglos, para convertirse en novelas legendarias, a veces nada conocidas, que la narran.
La cultura es no olvidar que por allá en tiempos de la independencia, los señoritos rebeldes y sus prometidas en Santafé danzaban al compás de una cancioncilla llamada, sabrían ellos por qué, El churrimpample. Pero también es asimilar las nuevas lógicas de producción y de supervivencia en un mundo cambiante y con cada vez menos posibilidades de sobreaguar en eso de hacer arte. Comprender que la causa del creador excede por mucho la figura romántica e idealizada del bohemio abstraído. Es interiorizar que, como cualquier empresa, el arte involucra y exige gestión y profesionalismo.
Reflexiones, nostalgias y fetiches sonoros y audiovisuales como los antes descritos están entre los atractivos incluidos en el futuro stand de la Secretaría de Cultura durante el encuentro internacional MicSur (Mercado de Industrias Culturales del Sur), Bogotá 2016, un evento sobre lo que implica hacer cultura sostenible en el continente y su oferta. Reflexiones profesionales, creativas y académicas, exposiciones, intercambios y muestras locales e internacionales conforman esta inmersión en un mundo que, si bien, difícil, no es imposible. Ocurrirá en Corferias, entre octubre 17 y 20. Para más información, ahí está Google. Yo de ustedes iría. ¡Advertidos!
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.