No sé qué pensar de Rappi. O de la gente más bien. Rappi es una tremenda idea, y es colombiana, lo que demuestra que en este país se pueden hacer cosas buenas. Hace poco leí que la aplicación que les lleva a las personas cosas a domicilio fue catalogada como una de las 20 más innovadoras del mundo, ha logrado que doce fondos internacionales inviertan en ella y que ahora se vaya para México y Brasil, los dos grandes mercados de Latinoamérica. Su gracia debe tener.
Ya desde su lanzamiento veía uno gente con chaquetas anaranjadas fosforescentes y sabía que algo diferente estaba pasando. En el mundo de la libre empresa usted puede crear lo que sea, que si le funciona y es legal, puede hacerle para adelante.
El tema es la gente, la gente y su flojera. La pereza mental es quizá la peor pereza que existe, pero la física tiene lo suyo. Y eso de comprar todo por internet, de que la gente vea que le pueden llevar a la casa lo que sea, estimula la pereza física y, de paso, la mental. Fomenta las casas desordenadas y hediondas de los domingos, la gordura y la gula, todos los pecados capitales y no capitales que usted se pueda imaginar.
Ya he oído varias quejas sobre Rappi. Unos dicen que las cosas tardan horas en llegar, mientras que otros afirman que simplemente no llegan. Una amiga publicó en Facebook su caso, exponiendo que nunca le llevaron un jugo que había pedido. Pero no es culpa de Rappi, es culpa de ella por ser tan floja. ¿Qué esperaba, si es un simple jugo? ¿Quieres uno? Levántate y cómpralo. ¿Te da pereza ir a comprarlo? Toma agua. ¿Te da jartera ir por agua a la nevera? Mira Netflix hasta que te deshidrates pero resuelve, asume las consecuencias de tus actos.
Yo soy de la vieja escuela que enseña que si uno quiere algo, lo consigue por sus propios medios en vez de delegar. Por eso uso internet para lo mínimo necesario. Me gusta ir al banco a pagar los servicios, no hago reservas de cine sino que llego derecho a la sala y me encanta ir al supermercado, antojarme de cosas que no tenía pensado comprar y leer revistas en la caja mientras llega mi turno. No es que me agrade mucho la gente, pero prefiero tener algo de contacto con ella, apenas lo necesario cuando voy de compras.
No sean como otro amigo, que vive al frente de una panadería y llama a Rappi para que le lleven pan de yucas. De verdad, junten fuerzas y alcen el jopo antes de que les crezca. Más.
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.