Tranquilo, calmado, de bajo perfil, sin aspavientos de ninguna naturaleza. Así es uno de mis barrios favoritos de Bogotá. El barrio Modelo.
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Antes de seguir con la breve crónica habitual en este espacio, debo confesar que llevaba meses (años, para ser más exacto) diciéndome una y otra vez: “Esta semana sí tengo que ir al barrio Modelo”. A caminar por las calles de este barrio que tanto me fascina, pero por el que solo he pasado en carro, siempre muerto de las ganas de bajarme y tomar las consabidas fotos con el teléfono celular. Hasta que lo logré… y, lo digo en serio: fui muy feliz de haberlo hecho.
La localidad es Barrios Unidos. El barrio se encuentra a espaldas del antiguo Hospital Lorencita Villegas de Santos (hoy Hospital Universitario San José), es decir, unas tres cuadras al occidente de la carrera 30 hasta la carrera 60, y de la calle 68 hacia el sur, hasta la calle 66. Es un barrio de casas con fachadas de ladrillo a la vista, una joya de aquellos remotos tiempos en los que la Caja de Vivienda Popular construía barrios obreros que son patrimonio de la ciudad. Como el Acevedo Tejada, en la localidad de Teusaquillo.
La primera piedra del barrio Modelo, que ha sido declarado con toda justicia patrimonio arquitectónico de Bogotá, la puso el presidente Eduardo Santos en 1942, en terrenos de la antigua hacienda El Salitre que donó José Joaquín Vargas, nombre que lleva el barrio vecino yendo hacia el occidente. Estaba destinado a los empleados de la Empresa de Teléfonos de Bogotá, la empresa de Energía y la Edis, entidad que, en tiempos anteriores a la moda de privatizarlo todo, estaba encargada del aseo de la ciudad.
Hoy día conserva bastantes de sus atributos. Las cuadras que dan contra el hospital están echadas a perder. Se ha llenado de pequeños locales comerciales que han hecho desaparecer casi por completo las fachas originales. En otros lugares, de tarde en tarde, aparece algún edificio que rompe la armonía circundante, o algún agregado extraño –por lo general un tercer piso– que también desentona con los volúmenes originales de las casas. Otra característica que ha alterado las fachadas, más que comprensible, son las rejas que se han agregado a muchas de las viviendas para hacerlas más seguras y, además, para poder guardar dentro de ellas un carro. No debemos olvidar que este barrio se construyó en los años cuarenta, cuando tener carro era un lujo exclusivo de las clases más pudientes. Por ese motivo, en un lugar como este no era necesario que las casas tuvieran un garaje.
Pero, en líneas generales, el barrio Modelo conserva gran parte de su esencia original. Es un magnífico testimonio de una época en la que los constructores no pensaban tanto en el lucro y la avidez sino en proporcionarle a la gente un lugar amable donde vivir. Como bogotano estoy feliz de que el barrio Modelo siga en pie, que siga siendo lo que es: un verdadero modelo de dignidad y un gran orgullo de mi ciudad.
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.