Uno de los misterios del desarrollo de Bogotá es por qué La Merced logró salvarse de las continuas debacles urbanísticas que viven de borrar la memoria de la ciudad.
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La Merced es un oasis. Un barrio de pocas manzanas en el cual el tiempo parece haberse detenido. Oasis de calma a pesar de estar al lado de la carrera Séptima, de la carrera Quinta, dos vías de incesante tráfico, y de estar a muy pocas cuadras de los inmensos edificios de oficinas del centro internacional.
El barrio nació en un terreno que era propiedad de la Compañía de Jesús. Para financiar la construcción del colegio de San Bartolomé de La Merced (inaugurado en 1941), vendieron parte de la propiedad, la cual se loteó en seis manzanas, donde se construyó, entre finales de los años treinta y los cuarenta, gran parte de las casas que en la actualidad conforman el barrio.
Sí, es un verdadero milagro que ese centro tan cercano que creció de manera vertiginosa en los años cincuenta y sesenta no se haya tragado sus enormes casonas de ladrillo. Barrios contemporáneos suyos, o bien fueron casi que borrados del mapa, como El Nogal, o han tenido que padecer edificaciones que afectan su conjunto urbanístico, como Teusaquillo, Palermo o La Magdalena.
Pero La Merced no. La gran mayoría de sus casas se conservan intactas. Unas pocas han sufrido remodelaciones desafortunadas, y los pocos edificios que se construyeron alrededor, de a lo sumo cuatro pisos de altura, armonizan con el conjunto del barrio.
Es evidente que a La Merced le cae de perlas ser vecina del sector más bonito del Parque Nacional, donde están las canchas de tenis de polvo de ladrillo. Y también le ayuda tener como gran vecino al Colegio San Bartolomé. También ha sido una fortuna que las universidades y entidades que han ocupado esas casas, en su gran mayoría, hayan respetado los antejardines y la esencia del barrio.
Caminar por sus calles, cualquier día de la semana, a cualquier hora, es un relajante ejercicio de calma y de tranquilidad. Y no solo caminar. En La Merced hay pequeños cafés, restaurantes y además allí funciona la sala de cine Tonalá. Los departamentos de Antioquia, Santander y Valle del Cauca tienen allí sus casas. En la esquina de la calle 34 con Séptima está el espléndido Edificio Buraglia, del arquitecto Bruno Violi.
La Merced podría ser considerado el barrio más hermoso de Bogotá. Un barrio que vale la pena mirar desde las alturas de sus edificios vecinos y desde afuera, cuando se camina por sus pocas calles repletas de encanto.
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.