Opinión

Palos y óxido

El pasado viernes se dio a conocer, desde la mesa de negociaciones de La Habana, lo que han denominado “Protocolo de desarme de las Farc”, el cual, en síntesis, reitera lo pactado entre el Gobierno y las Farc el pasado 23 de junio, la prevalencia del protocolo, según lo anunciado, es que las Farc entreguen armas artesanales sin dar la información necesaria que toda la ciudadanía desea conocer, como es en primer orden el número de miembros en filas de las Farc, su cifra total de milicianos y desde luego un número total del arsenal, documentar las caletas de armas, las rutas del mercado ilegal y, por qué no, sus proveedores.

El anuncio del cabecilla del grupo terrorista alias Iván Márquez estuvo saturado de agresión, violencia y resentimiento, cómo una persona que en primer orden tiene sangre en las manos, por los múltiples horrores como delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra, se dirige a Colombia como su salvadora, incluso señalando a sectores de supuestas banderas negras que no quieren la paz; toda Colombia quiere la paz, pero lo que muchos críticos constructivos solicitan es reconsiderar los principios de cualquier proceso de paz como lo son la verdad, la justicia y la reparación, y a decir verdad lo que dejan ver desde La Habana es todo lo contrario a dichos principios.

El protocolo de desarme reitera la condiciones de las zonas transitorias de normalización, las cuales no pueden estar en lugares estratégicos para las Farc, asunto que no se aclaró, también se mencionó el papel de la ONU, el cual es de evaluación, verificación mediante informes, y la generación de recomendaciones al proceso, pues una gran victoria para las Farc una vez más, fue dejar a la Celac el papel de ejecución en el terreno, es decir la observación del proceso, mediante el acompañamiento de militares no armados en las zonas de “normalización”, asunto que deja por fuera a países como Estados Unidos y Canadá, pero le abre la puerta a militares cubanos que muy seguramente estarán en dichas zonas.

Colombia quiere la paz, todos los colombianos la queremos, pero no es justo ni correcto con las víctimas en honor a la verdad, a la justicia y a la reparación, que este acuerdo de pacificación con el mayor cartel de drogas del mundo no lo embutan de esa manera tan basta, ojalá este protocolo de desarme tuviese verdad y las Farc contaran quiénes son sus proveedores de armamento, entregaran las rutas de trafico de armas y droga, que también tuviese justicia y el Estado colombiano persiguiera a los proveedores de esas armas que han dejado sin vida a cerca de 250.000 colombianos, pero que también esa justicia llegara a los autores de los peores crímenes que ha visto el país a manos de las Farc.

Ojalá en los próximos anuncios desde La Habana, alguien le recomiende al terrorista ‘Márquez’ que sus expresiones llenas de odio y revanchismo poco o nada aportan a la credibilidad de la paz que están vendiendo, es entendible la molestia del criminal máxime conociendo las últimas encuestas en las que el ‘no’ gana con el 39%, ese importante número de escépticos de la pacificación de las Farc quieren la paz para Colombia pero con verdad, justicia y reparación, un proceso en el que el desarme no sea entregar unos “fierros” de palo corroídos por el óxido.

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