Cuarenta

Por Andrés Ospina – @ElBlogotazo

Si no se presenta alguna contingencia de aquellas que truncan porvenires en la víspera, este jueves ajustaré 40 años. Aparte de la frivolidad de enorgullecerme por seguir a estas alturas exonerado de alopecias, ‘viejoverdismos’ y sobrepesos, hay hechos que celebro.

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A medida que avanzamos, todo se torna diáfano. El cuerpo está desintoxicado y por tanto más fuerte. Moderamos los ímpetus autodestructivos y autocompasivos que caracterizaron la existencia –al menos la mía– entre los ocho y los 31. Muchos se hacen monógamos y otros célibes… dos estados deseables para cualquier hombre. Esa idealización errada de mi yo futuro como un rockstar millonario se esfumó para dar lugar a una óptica aterrizada sobre mi posición en el universo. Más que crisis de mediana edad, siento lucidez.

Dicen que quien no es guapo a los 20, famoso a los 30 ni rico a los 40, nunca será guapo, famoso o rico. Ya no alcancé tales instancias, pero encuentro justo sonreír. Aparte de mis bisabuelos, a la fecha ningún familiar inmediato mío ha sido reclamado por Cronos. Ello me permite ser orgulloso nieto de dos abuelitos –de 88 y 83– que este julio 20 celebrarán su aniversario 66. Cuento con una madre, una nana, un tío, un primo y varios cómplices magníficos. Soy padre de Milo, guapísimo beagle: compartimos lecho y caminamos dos horas diarias. Tengo una compañera preciosa y dos hijastros. Tendré nietastros.

Extraño a amigos ausentes… Fabián, Fénix, María Antonia. Con sus matices, la suerte me ha permitido hacer cuanto he querido: radio, prensa, televisión, un disco –muy malo, por cierto– y sobre todo libros. Soy vegetariano y animalista hace 23. He acumulado fetiches y antigüedades. Dejé el alcohol. Nunca consumí cigarrillos. Uso bloqueador solar, religiosamente. No conduzco automóviles. Me reconforta no tener hijos. Adopté una dieta sin gluten y por ella ostento hoy 12 kilos menos que los pantagruélicos 77 hasta los que ascendí a mis 25. ¡Incluso conocí un beatle!

La salud da avisos: duelen las rodillas al pararme si permanezco dos horas sentado. Se asoman unas canas. Me brotan pilosidades largas de las fosas respiratorias. Por fortuna de las orejas no. Pronto afrontaré exámenes prostáticos. Esta semana seré sometido a una prueba preventiva de esfuerzo y a un Holter que monitoreará mi ritmo cardiaco. No ando sumido en libidinosidades y por ello dudo que algún día incurra en el Viagra.

Hay más ventajas que impedimentos: las angustias se disipan. Se descubre la sensación de no sentirse compulsivamente obligado a salir un viernes. Reaparece el gusto de un sábado temprano sin resaca.

Y he aprendido cosas… Aprendí a esperar y entendí cuánto me equivocaba cuando a mis 29 me creía anciano y liquidado. Aprendí que aquello soñado en la infancia suele no parecerse a lo que llega en la adultez, porque entretanto el mundo cambia. Que aquellas mujeres a quienes de adolescentes adivinábamos inalcanzables y exigentes, suelen terminar casadas con feos aún más feos que uno, cuando no penosamente deterioradas. Eso gracias a Facebook. Que los conceptos de éxito y fracaso son solo ruindades urdidas por nuestra especie. Que la empatía es esencial. Que la competencia produce más perdedores que ganadores. Que resulta saludable pensar que a aquellos que nos consideran idiotas puede asistirles la razón. Por eso y otras razones, lo digo sin demagogias ni autoconsuelos: ¡mejor 40 que 20!

*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

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