Opinión

La hora del recule

Me conmueven quienes suplicaron a Messi regresar. No por su sincera preocupación, sino por su ingenuidad al creer que en efecto renunciaría al seleccionado albiceleste. A propósito pensé en esa costumbre tan humana del recule: acto legítimo de retroceder en dictámenes, decisiones u opiniones personales.

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El inventario histórico de ‘reculadores’ es inabarcable. Reculó Maradona al retornar a las canchas después de prometer no hacerlo. Recula y seguirá reculando Camilo Sesto al proclamar consuetudinariamente su retiro y su gira final… desde 1986 a la fecha. Reculó Vladdo al reabrir Twitter. Reculó Iván Mejía al compartir panel con Carlos Antonio Vélez.

Hay recules que celebro. Como cuando los Beatles grabaron Real Love y Free as a Bird. También cuando Stewart Copeland, Andy Summers y Sting reagruparon The Police. O cuando Enrique Carriazo hizo el Doctor Mata, aun con su inapelable salida de la televisión anunciada hacía mucho.

Y otros que lamento. Entre estos el de Maturana y ‘el Bolillo’ Gómez al redirigir el combinado patrio tras declarar su dimisión definitiva, necesaria e irrevocable durante la vergüenza de 1994. Y el de Mockus al adherir al candidato a quien antes rechazara por su cercanía con nuestro ‘expresidente’ y al fustigarse en la pila del Parque Nacional para suplicar indulgencia y reelección. O el del actual burgomaestre bogotano, lamentable entre todas las posibles cosas qué lamentar, quien en 2014 desmintió toda pretensión de volver al cargo. ¡Si tan solo hubiera cumplido!

Otro recule infortunado para el país fue aquel de Claudia Gurisatti –esbirra de la derecha, el uribismo y el paramilitarismo– que exiliada por presuntas amenazas, retornó ante la propuesta de una mejor posición en el conglomerado Ardila Lülle. Como si ello anulara los riesgos. Inconcebible, por lo arrodillada y acomodaticia, la manera como los firmantes de cierta protesta contra la hoy derogada visa a España, fueron reculando en su compromiso de no tocar tierras ibéricas, comunicado por carta a José María Aznar en 2001, mientras la medida no fuera levantada.

Uno de los ilustres ‘reculadores’ de entonces fue el difunto Álvaro Mutis, quien a sus casi 70 y de manera deshonrosa volvió a nuestra madre patria unos meses más adelante, con la carta entre las piernas y la excusa de haber cometido “una ligereza”, solo para recibir el Premio Cervantes, cediendo sus ideales a cambio de vanidades y ambiciones personales. Lo mismo hicieron García Márquez, Fernando Botero, William Ospina, Darío Jaramillo y Héctor Abad. Solo el gran Fernando Vallejo siguió incólume.

Termino con reflexión: lo condenable del recule no es el recule mismo. Rectificar posturas y arrepentirse constituyen, en muchos casos, actos loables de grandeza humana. Lo reprochable son los niveles de indignidad que toda dinámica ‘reculatoria’ implica cuando esta se ha visto antecedida de alharacas y declaraciones radicales sucedidas de ‘patraseamientos’ inconsistentes… a lo Messi. Como sea, él es y será un prodigio, y verlo jugar es motivo de jolgorio. Con todo y eso, ante la siempre latente posibilidad de recular, mejor guardarse las promesas y pataletas para sí y no devaluar la palabra propia con reversazos.

Mi madre, toda bondad y sabiduría, me lo dijo alguna vez: “El derecho a mamarse es inalienable”. Si bien defiendo tan sensato aserto, me permitiría ampliarlo con la subsiguiente adenda: “Si hay riesgo de recular, recomendable callar”. Hasta el otro martes.

 *Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

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