En el cuarto día del London Collections Men –semana de la moda dedicada a los hombres en Londres–, Aitor Throup presentó una performance de 20 minutos en la que mostró seis piezas que impactaron tanto a la audiencia como a los actores que vivieron cada minuto del show. ¿Veinte minutos y solo seis piezas? Cualquier otra colección hubiera mostrado 30 atuendos en ese tiempo. Sin embargo, Throup, al igual que muchos otros diseñadores como Rick Owens y J. W. Anderson, recientemente han optado por convertir sus pasarelas en un verdadero show que “involucre” a los espectadores en la experiencia visual y sonora de la colección. De alguna forma obligar al publico a entenderlas desde los ojos y mente del diseñador. ¿No es así como las pasarelas deberían ser elaboradas?
PUBLICIDAD
Las semanas de la moda no fueron así todo el tiempo. Al principio, las primeras pasarelas parisinas se concentraban en los compradores y en la ropa. Un salón pequeño reunía a estos selectos candidatos cuyo poder adquisitivo les daba el tiquete dorado para presenciarlo. Olvídense de los relacionistas públicos y las caóticas filas de asistentes y prensa, estos shows eran secretos. Las modelos se paseaban sutilmente –por no decir tímidamente– por las filas de compradores portando un número en sus pechos, el cual indicaba el diseño que posteriormente el comprador iba a estar interesado en adquirir. Este show no era sobre los y las modelos o su impacto en la industria, ni siquiera el salario era lo suficientemente convincente para proclamar sus carreras como una profesión bien vista. El ver y comprar es el único remanente de las pasarelas de moda hoy en día.
Mientras en Europa las semanas de la moda se siguieron celebrando en sus opulentos palacios y teatros, Nueva York no tenía escenarios como el Palazzo Pitti, en Florencia, el cual acogía –apretadamente– a la realeza y celebridades. Por ende, los diseñadores neoyorquinos optaban por mantener el aura de secreto y exclusividad de las semanas de la moda mediante el uso de pequeños lofts, restaurantes, galerías, lugares íntimos que los aislara de igual manera. A finales de los noventa, las pasarelas de moda en este distrito tuvieron que evolucionar –o sino confírmenlo con la caída del techo en el desfile de Michael Kors–. Desde el levantamiento de las primeras carpas en Bryant Park significó dos cosas: más gente, mas exposición. Los shows debían ser dinámicos, por ende la reducción del tiempo fue uno de los primeros ajustes en el cronograma. Anteriormente los espectáculos demoraban horas mientras los compradores esperaban a las modelos cambiarse. Para entonces, cada minuto era valioso, la logística de los asientos y pasarela debía ser precisa, la adrenalina era inminente. Finalmente, el toque final fue la era digital y las redes sociales, que moldearon la manera de percibir los shows, sin mencionar el alcance y permeabilidad de la moda a nivel mundial. De ser un espectáculo meramente sobre entender la ropa y la colección que la envolvía, se volvió un show para entretener, un evento sobre la puesta en escena, las luces y los personajes que irían en primera fila. Personalmente, se ha vuelto un circo.
La naturaleza cíclica de la moda se manifiesta no solo en la ropa. Las performances se han vuelto el regreso a la esencia de las pasarelas, donde la ropa y la visión del diseñador toman protagonismo mediante la inmersión de los espectadores en cada detalle de su show. Las performances vienen acompañadas de mensajes y propuestas sociales que aprovechan el espacio y masividad de los espectáculos para hacer llegar sus mensajes a los consumidores a nivel global. En Colombia hay una tendencia por estos. Aunque todavía hay una desinformación sobre la naturaleza de una performance, hay pasarelas que le han apostado a poder cambiar el humor de una sala, como la puesta en escena de ‘La Arena’, de Olga Piedrahita y Ruvén Afanador durante B Capital, y ‘Soy’, de María Luisa Ortiz y Diego Guarnizo, en el marco del Bogotá Fashion Week.
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.