Es medio indescifrable. Porque nadie sabe realmente qué lo motiva o qué pensamientos se cruzan por su cabeza mientras está jugando al fútbol. Es como si no pudiera estar del todo concentrado los 90 minutos. Es como si su mente, en el momento que requiere toda la atención del caso, se distrajera de pronto en divagaciones varias.
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Contra Junior, en uno de los partidos más importantes de la temporada, pareció padecer ese eterno mal que no lo ha dejado consolidarse como un delantero lleno de recursos técnicos capaz de hacer historia: en total tuvo seis opciones de gol que desperdició, algunas de forma inexplicable, como aquel toque displicente y sutil en el primer tiempo, que terminó mandando afuera a pesar de que la portería del Junior se encontraba sin respaldo alguno.
Para ser justos, una de esas seis oportunidades se la sacaron de la línea –un cabezazo muy bien ubicado que colgó a Viera– y el gol, el 3-1 que parecía reencaucharlo de los infiernos a los que él mismo quiso ingresar por ese extraño no sé qué que hace que Rangel no termine de meterse dentro del corazón de la gente.
De hecho, este encuentro épico y lleno de voltaje ante Junior era también un poco la oportunidad de redención del propio Rangel ante los pecados cometidos: dos jornadas atrás, en un acto de esos que ayudan a que el delantero genere ese extraño coctel en el que el sabor de la antipatía supera al de la simpatía, se hizo expulsar en el duelo frente al Huila por entrar en una pelea insulsa a los 13 minutos de juego. Dejó a su equipo sin atacante referente de área y con uno menos.
Y aquí viene ese factor que desconcierta de su personalidad: que ante golazos o ante estupideces propias, su indolencia aterra. Y por eso esa mezcla de sentimientos en la cabeza del hincha que cuando siente que no hay espacio para represar en el corazón más desespero por él, de pronto un gol de su propia cosecha hace que esa posibilidad de enervarse hasta el fin por su culpa se transforme en alegría. Es muy difícil esa relación del corazón con Rangel porque siempre pasa eso: en el momento de máxima antipatía él brinda algún gesto con el que termina comprando nuestra simpatía y cuando se cree que la relación está arreglada, Rangel comete algún error o protagoniza alguna actitud que envía de nuevo el vínculo hacia los terrenos de la antipatía.
Ayer y desde que viste la camiseta de Millonarios ha sido así con Michael. Lo curioso es que desde su irrupción en Alianza Petrolera ha tenido que vivir las mismas cosas en otros equipos como Envigado, Nacional y Santa Fe: hay algo en su personalidad que no deja que se consolide definitivamente.
Lo más probable es que Rangel no siga en Millonarios. Y a pesar de haber hecho goles que cambiaron el curso de algunos partidos, uno siente que teniendo todas las herramientas para hacerlo, Rangel de nuevo en su carrera se empecinó en no dejar huella.
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.