Por estos días ha sido noticia el incremento de productos y negocios chinos en mercados colombianos. Menos presencia en medios ha tenido, sin embargo, la matanza de focas en Canadá que anualmente se ejecuta por estas fechas, cuyo saldo es de 380.000 individuos asesinados a punta de garrote.
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¿El nexo? Si este holocausto se mantiene es, en buena parte, por el mercado chino, que compra productos canadienses resultantes de las matanzas, al igual que la carne, grasa y piel de focas abatidas para la producción de baratijas. Así, mientras haya demanda, el Gobierno de Canadá seguirá autorizando la brutal carnicería de mamíferos, con tal de negociar con los principales productores de basura en el mundo.
Año tras año, cientos de cazadores y pescadores apalean y acribillan a miles de focas en la costa este de Canadá. De ellas, el 95% son cachorros de focas arpa que no superan los tres meses de edad. La manera más frecuente de matarlas es aplastándoles el cráneo con un pico de hierro o con palos dotados de garfios. Según el Fondo Internacional para el Bienestar Animal (Ifaw, por sus siglas en inglés), el 40% de las víctimas son despellejadas estando aún vivas y conscientes.
De acuerdo con informes de la BBC, el negocio provee al Gobierno canadiense, a matarifes, a peleteros y a comerciantes de carne, grasa y piel ganancias superiores a los 14,5 millones de dólares. Además de Canadá, Groenlandia aporta a la masacre 165.000 focas; Namibia, 80.000 y Noruega, 14.000, según datos de Humane Society International. En total, el holocausto anual supera las 600.000 focas asesinadas.
En 2012, a raíz de las protestas ciudadanas, los Gobiernos de Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea suspendieron la importación de productos de foca derivados de las brutales masacres. Sin embargo, pronto China se convirtió en el nuevo vertedero de los restos de estos animales, no solo como consumidor de artículos producidos por mercaderes canadienses, sino de “materias primas”.
Su mercado es la producción de pieles (peletería) y de horrendos accesorios de vestir. Pero la principal salida comercial de estos desechos torturados son los artículos inútiles y desechables que inundan el comercio chino y ahora mundial. Monederos, llaveros, juguetes para perros y gatos, cinturones, guantes, gorros, manillas de relojes, pulseras y hasta estuches de celulares son parte de la basura que producen obreros, también explotados en maquilas, con pieles de focas masacradas a mazazo limpio.
Estos productos-basura-deshechos son los que compramos en cualquier quiosco como curiosidades, sin jamás preguntar de qué están hechos, menos aún, sospechar que son despojos de seres que amaron y a quienes la vida les fue arrebatada en un segundo (hay que ver los videos de las madres que gruñen doloridas e inocentes a los garfios de hierro, protegiendo a sus crías, y apenas si exacerban la locura de los asesinos).
A esta altura, mi invitación al lector es más que obvia: rechazar cualquier producto tras el que yazca el más mínimo rastro de infamia y crueldad.
Desde Colombia, ayudemos a desmontar la vil masacre anual de focas en Canadá.
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.