La medicina sabe feo pero hace bien. Algo así le ha ocurrido a Millonarios durante este periodo de Rubén Israel porque aunque a veces en los partidos el espectador haga muecas, al final el tratamiento es efectivo y ha dado buena salud.
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Esa ha sido una característica de juego del equipo durante este torneo y parte del pasado, pero con una diferencia que no deja de ser notable: antes, cuando aparecían las dificultades, parecía mucho más complejo superarlas. Caso concreto el partido contra el Huila pero del campeonato anterior, cuando aún existían posibilidades de entrar a los ocho, y que terminó saldándose con un anodino 0-0. Esos puntos perdidos después terminaron haciendo falta y mucha.
El sábado otra vez el Huila al frente, pero ya en otras condiciones muy distintas de acoplamiento porque ya hay un rodaje, una idea. Y es que el azul no jugó bien a pesar de haber ganado, pero he ahí la virtud que por ahora cobija a Millonarios: la capacidad de resolver problemas como sea, sin importar las herramientas así la estética tenga que dejarse a un lado. Obvio, a veces el afán no permite que la belleza aparezca. Si usted quiere acumular inconvenientes, este partido frente a los dirigidos por Oswaldo ‘la Sombra’ Durán es el típico ejemplo de juego en el que pareciera que los tenedores sobraran ante una lluvia de sopa.
A los 13 minutos el único hombre referencia de área comete una infantilada y es expulsado por dejarse provocar. Con 10 y a ver qué inventarse. Con los creativos en un momento muy poco iluminado –Estrada y Silva no jugaron bien, más allá de la lucha–, con la entrega de la pelota convertida en ira y no en paz, con el camino perdido, con Cadavid haciendo las veces de conductor, con Manga jugando de Ni –la mezcla perfecta entre no y sí–, con los envíos de costado que no llegaban para nadie porque, claro, no había 9…
No fue la única dificultad: los extremos se empezaron a perder y Palacios y Armando Vargas quisieron hacer una fiesta y casi la organizan. Cada contragolpe de los de Neiva era sentir el sabor amargo porque, además, el arquero titular tampoco estaba. Sánchez era el dueño del arco y en un momento clave hizo la que debía hacer: sacó la pelota que su puesto le exigía al achicarle perfecto el remate a Palacios cuando el marcador decía 1-1.
Y ante la falta de ideas las estructuras del gol se generaron por otros caminos: Carrascal, Machado y Blanco se encargaron de cambiar el destino: los dos primeros traicionando sus mandamientos defensivos para vestirse de sorpresivos 10 y 9, y Blanco, el 6 que raspa canillas y que no hacía goles desde 2011, entendió que no siempre se puede intentar lo que quiere Estrada, que es tocar y tocar hasta verle la cara al portero. Blanco vio el hueco, supuso que a nadie se le había ocurrido hacer eso y metió el mejor disparo de su carrera. Se metió un tremendo golazo.
Y así se resolvió un juego difícil: a partir de las piezas que parecían menos indicadas para encontrar soluciones.
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.