La vida se puede abordar de dos maneras, experimentando o siguiendo lo establecido. Ambas son opciones válidas que marcan lo que se está dispuesto a arriesgar y los caminos que se pueden tomar en temas que van desde la elección de un trabajo, la vocación, el lugar en donde uno decide luchar, las personas con las que uno decide estar, hasta aspectos como el querer experimentar o no con el cuerpo, la sexualidad, el amor y el arte. En especial, este último aspecto sirve para inspirar las mentes y las acciones de otros, tanto en la relación obra-espectador, como en la manera en la que cada individuo puede aportar algo en el amplio universo de la creación artística.
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Por medio de la literatura, la música, la pintura, la escultura y el cine miles de genios le han demostrado al mundo que vale la pena arriesgarse y dejar una marca de fantasía y talento en el tiempo corto que duran en este mundo. Para los genios que aún están por nacer, las imágenes en movimiento son ejemplo de lo que se puede hacer en esta época, gracias a que las nuevas tecnologías para la producción audiovisual influencian el estilo de los directores y las nuevas formas de consumo de los espectadores constituyen un desafío acerca del proceso de interpretación de una obra, en el que consumir es hoy también una forma de experimentar.
Aunque lo más visible y accesible sea lo masivo, a través de las películas sobrevendidas que no innovan con narrativas estéticas ni argumentales, incluso en ellas se está viendo (con mayor lentitud) una transición hacia una relación obra-espectador en la que la creación no se limite al director o al guionista, sino que tenga un aporte desde quien recibe el mensaje, que llegue a transformar la obra para que esta se reproduzca, y cambie, por medio de procesos de cocreación. Lo dicho aquí es un debate que ha estado presente desde hace mucho en el arte, pero que encuentra en el cine la posibilidad de llegar más rápido a mayor cantidad de personas por el impacto cultural y la influencia de lo audiovisual en una sociedad como la actual.
Por eso, cuando hace unos días escuché acerca del Festival de Cine Experimental de Bogotá / CineAutopsia no pude evitar pensar en todos los esfuerzos que se hacen desde distintas orillas para promover nuevas narrativas, que sin estar alineadas con el discurso dominante aportan a la formación de públicos, los cuales cultivan su gusto y lo experimentan cuando están frente a una propuesta audiovisual distinta. Esfuerzos que vienen de hace décadas, como cuando a fines de los cincuenta del siglo pasado, el movimiento de la Nouvelle vague, en Francia, dejó una marca de libertad técnica y narrativa con directores como Godard, Chabrol o Truffaut.
Los ejemplos son ellos, todos los que han decidido romper con lo establecido, experimentar y crear a partir de su propia visión del mundo. Por eso es increíble y afortunado que hoy este país viva un auge en su cine, que permite la convivencia de distintos estilos audiovisuales para encontrar una abanico interesante en cartelera: desde el documental Todo comenzó por el fin, del gran Luis Ospina; pasando por la ópera prima de unos chinos que empiezan a apostarle al cine, en Siembra; pasando por Moria, en Cine Tonalá, o el Festival CineAutopsia, en la Cinemateca, hasta tener también la película Malos días, que se lanza hoy en salas. Todo esto son buenos vientos, que ojalá con el tiempo resulten en movimientos que marquen un estilo en Latinoamérica y dejen huella para la historia del cine en el mundo.
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.