Voy a empezar esta columna con una frase chamánica: las emociones que transmite el arte pueden curar cualquier mal. En serio, estoy convencido de que las enfermedades físicas y mentales se alivian con una dosis bien cargada de cultura. ¡Venga le cuento! Piense por un segundo en el teatro, en el cine, en la ópera, en la danza, en la música, en las decenas de festivales que hay en Colombia, piense en lo que se hace en las escuelas, en las calles, en las galerías, en los museos; todos, al final, son escenarios de vida, de felicidad.
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Por eso uno esperaría, a propósito de las elecciones, que en cada población del país a los políticos les importara la cultura, y que las propuestas estuvieran encaminadas a fortalecer las ferias, los carnavales, las escuelas de cine, que le apostaran a ofrecer más becas para estudiar arte, que estimularan a los jóvenes para que defiendan sus ideas y las transformen en películas, en coreografías o en canciones. No solo eso, uno esperaría que iniciativas exitosas se multiplicaran, para seguir ejemplos como el Carnaval de Barranquilla, el Festival de Cine de Cartagena, el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, la Feria de Cali y la Feria de las Flores en Medellín.
Mientras eso pasa y Colombia se transforma en el país de las oportunidades, hay que aplaudir los esfuerzos que ya se están haciendo. Y allí se debe destacar la oferta cultural descentralizada, que es capaz de abarcar a la mayor parte del territorio nacional posible para lograr que más personas se acerquen a los contenidos artísticos de calidad. Bajo esa óptica están, tanto la oferta de ópera y ballet que ofrece Cine Colombia en Bogotá, Cali, Medellín, Barranquilla y Bucaramanga, como el Festival de Cine Francés que organiza la embajada de Francia y que llega, además de las ciudades ya nombradas, a otras poblaciones del país.
La decisión más fácil para una empresa como Cine Colombia sería la de programar únicamente las apabullantes superproducciones de Hollywood, que se venden como pan caliente, con lo que considerar otras opciones, como la MetOpera en HD (desde el 3 de octubre), que trae joyas como El trovador, Otelo y Madama Butterfly, resulta valioso para públicos, que aunque no son masivos, vibran y aplauden como si se encontraran en la Metropolitan Ópera de Nueva York. Aquí no se trata de esperar que El trovador tenga más asistentes que Rápido y furioso, pero sí en incentivar a que el público que quiera acercarse a la oferta cultural mundial de la ópera pueda hacerlo de forma fácil y a bajo costo en las salas de cine más cercanas.
Todo esto representa una ventaja para aquellos que consideran que los hábitos de consumo están cambiando y que todas las expresiones culturales deben llegar a públicos más diversos y masivos. Y así como la ópera, está también la temporada del Ballet Bolshói (18 de octubre), los conciertos y hasta los partidos de fútbol, que demuestran que la pantalla grande es un vehículo que sirve para exhibir contenidos del séptimo arte, y también de todas las artes (¡no seamos puristas, un buen gol también es un obra de arte!).
Ahora, el 14 Festival de Cine Francés es otro imperdible y eso lo demuestra la programación que comienza desde esta semana en la Cinemateca del Caribe, que será el escenario para disfrutar de la programación del Festival en Barranquilla. En Medellín habrá programación en el Centro Colombo Americano, los Cinemas Procinal Las Américas y el Multiplex Vizcaya Cine Colombia. Por su parte, los caleños, del 15 al 21 de octubre, podrán ver el mejor cine francés en el Museo La Tertulia – Cinemateca y Cine Colombia Unicali.
En fin, la oferta cultural en Colombia está más que presente, aunque no se debe olvidar que se tiene que seguir luchando para que la cultura no sea la agenda olvidada de los políticos, sino que adquiera la importancia que tiene, porque un país está más en paz cuando el pueblo valora su cultura y tiene opciones para apreciarla.
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.