Opinión

Oda a un elefante blanco

Por: Eduardo Arias @Ariasvilla Escritor y periodista

¿Hace cuánto tiempo se celebró el Bicentenario del grito de independencia? El próximo 20 de julio se alcanzará la cifra de cinco años. Y el parque, o la obra, o el monumento que festejaba esta fecha es un elefante blanco atrapado en el fango de la ineptitud y de la opacidad de los procesos de contratación propios de las tantas ‘Bogotás’ que hemos habitado en los últimos 20 años: la Bogotá 2600 metros más cerca de las estrellas; la Bogotá que queremos; la Bogotá coqueta; la Bogotá humana.

PUBLICIDAD

Esta obra la ideó Rogelio Salmona hace muchísimo tiempo. Que me conste, de ella hablaba desde los años ochenta. Él consideraba que la Avenida 26 había cercenado el Parque de la Independencia y aniquilado el Parque Centenario, y que hacía falta una intervención que uniera lo que quedaba del parque con el Museo de Arte Moderno y la Biblioteca Nacional.

Como señaló en 2011 el arquitecto Guillermo Fischer en el blog Torre de Babel, “ante la muerte de Salmona, Juan Camilo Santamaría fue contratado para continuar el diseño. Cuando le dieron el contrato a Odinsa, este desconoció el diseño de Santamaría y contrató a Giancarlo Mazzanti, quien decidió cambiar el concepto para hacer un parque completamente diferente, empezando por duplicar el área de intervención, tomándose para ello el parque existente”.

El resultado, cuatro años después, no puede ser más deprimente. Un bloque agresivo que no tiene en cuenta para nada su entorno. Ni al parque ni a su vegetación, ni al museo ni a la biblioteca: eso sí, tiene la firma de Mazzanti como principal mérito. Como suele suceder con tantos arquitectos-estrella del mundo contemporáneo, el objetivo final de esta obra es decir “aquí estoy yo”. Imponer el ego y la vanidad personal por encima de cualquier otra consideración.

Como consuelo queda la decidida acción de los vecinos, quienes impidieron una tala masiva de árboles en el Parque de la Independencia. Y también que por debajo del elefante blanco que nos dejó el genial creativo barranquillero ya es posible el paso de buses articulados y carros.

La avenida 26 ha sido declarada “el eje de la memoria” por estar en ella ubicados la Biblioteca Nacional; el Cementerio Central y los cementerios inglés, alemán y judío, y el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, entre otros hitos. Qué paradójico y triste resulta ver que este eje comienza con esta obra que, en vez de rendirle tributo a la memoria, a la historia y al patrimonio, se nos presenta como un ovni que llegó desde ni idea qué revista de arquitectura europea para quedar encallado en el corazón de Bogotá.

*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

MÁS OPINIÓN AQUÍ

 

Tags

Lo Último