Opinión

Lunari y su primer clásico

Por Nicolás Samper C.

Estaba feliz el D.T. de Millonarios no con pocas razones: se dio un lujo de esos para guardar en la mesita de noche. Le ganó el clásico al eterno rival y, de paso, esa victoria hizo que ese eterno adversario, Santa Fe, se quedara por fuera de la fiesta y que su equipo, Millonarios, que estaba por fuera de las finales, encontrara paz después de 20 fechas de incertidumbre con una clasificación que terminó teniendo tintes épicos y, claro, muy controversiales.

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Porque el marco era adverso: Santa Fe era local y sus hinchas así lo hicieron notar. Porque un gol válido a la luz de todos –hinchas rojos o azules– de Yerry Mina tras un tiro libre ejecutado con gran maestría por Omar Pérez fue anulado de manera inexplicable por el juez de línea Wilson Berrío. El tanto no convalidado tenía un ingrediente especial: era el 2-1 de Santa Fe y era sepultar las aspiraciones azules. Porque además empezó perdiendo el juego 1-0 con tanto de Mina –que es un zaguero de gran futuro– gracias al juego aéreo que a veces le cuesta tanto trabajo a Vikonis. Porque, después del gol anulado de Mina, Santa Fe, lleno de rabia, se fue dos veces de cara a gol en lo que fueron sus mejores minutos en el campo, pero Vikonis desarmó las jugadas de peligro con gran maestría y paciencia.

El triunfo para Lunari sigue acumulando mucho valor a la hora de las enumeraciones, porque Fernando Uribe, que venía esquivo para su labor cotidiana que es el gol, alcanzó a meter un cabezazo débil –tal vez el menos peligroso de su carrera– y por la lluvia, el siempre seguro Castellanos, trastabilló y dejó pasar. Porque Rafael Robayo, de los hombres más cuestionados en este proceso y que en un comienzo no veía ni por las curvas la titular, se hizo patrón en el campo en los momentos duros, como contra Medellín y claro, en el clásico. Porque Román Torres, otro de los que parecían no estar sintonizados en cuanto a rendimiento, ocultó sus dislates defensivos, que siguen estando presentes, por goles que valen clasificaciones. Porque sin Agudelo y Machado –dos hombres que se ganaron la titular y no pudieron ver acción por lesiones– pudo demostrar que colectivamente –en especial en
 la parte ofensiva– Millonarios seguía siendo viable.

Porque con el anuncio de los goles de Tolima y Junior, que dejaban a Millonarios afuera, no se llenó de nervios.

Todo lo contrario: asumió el protagonismo que las circunstancias le exigían y no le quedó grande. Porque defendió con los dientes la ventaja de 2-1 y porque los cambios le salieron bien –una de esas cuentas pendientes del D.T.–.

Se fue feliz Lunari, con voz entrecortada, porque además de todo lo expuesto se dio el lujo de eliminar al actual campeón de liga. Y porque fue su primera victoria en un clásico contra Santa Fe. Tenía en su estadística uno perdido como jugador (4-2) y uno empatado (el pasado 0-0 de mitad del torneo).

Fue la jornada en la que Lunari se pudo sacar todos los clavos para poder pensar en Envigado
 con algo menos de estrés en la mochila.

 

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