Pasión verdolaga

Por: Nicolás Samper C. / @udsnoexisten

Cayó un aguacero tremendo esa tarde de octubre de 1991 en El Campín. Y Millonarios, que jugaba contra Nacional, no veía media, un poco por la borrasca que hacía torbellinos acuáticos en el aire incapaces de cortar por el mejor limpiaparabrisas, y porque la brújula de tipos como Ramoa, César, Juárez y el Sachi Escobar se había refundido en medio de otro torbellino, el que Nacional fue a darle en Bogotá al equipo azul que por ese tiempo dirigía el gran Eduardo Julián Retat –gloria de Nacional como jugador, aunque siempre identificado con su Santa Marta natal–.

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Me acuerdo ver a José Luis García como aquel niño que traga agua por primera vez en una piscina cuando Faustino Asprilla lo encaró y lo hizo irse de bruces con una gambeta endiablada, de esas que poco se ven y por eso tanto se aplauden así sea en contra de los intereses propios. Asprilla prendía el motor y era sentir físico pánico. Esa tarde jugó desdoblándose por izquierda, como un wing a la antigua, mientras que Víctor Aristizábal se paró como el molesto 9 de área que no les temía a hojas de vida mucho más veteranas como las que le pusieron sobre la mesa Wilman Conde y Cerveleón Cuesta para marcarlo.

La fórmula Asprilla-Aristizábal estaba dejando en ridículo a los 11 azules que, desconcertados, no eran capaces de aguantar semejante aluvión de talento. El primer gol vino de un centro de Asprilla por izquierda y el cabezazo de Aristizábal fue al lugar indicado: al segundo palo de Óscar Córdoba, que quedó estático y a contrapié. Y el segundo también involucró a Faustino, que envió un centro desde la raya aprovechando una salida muy apresurada de Córdoba, y Aristizábal apareció de palomita zambulléndose en la piscina que había en el área del arco norte. No sé cómo Millonarios pudo empatar ese juego. Pocas veces había sido tan superado en el campo. Pero Néstor Pizza, con un misil dentro del área ante un tiro libre indirecto, e Iguarán, con un frentazo al minuto 92, igualaron un partido que Nacional debió ganar 4-0.

Creo que esa y la formación 88-89 fueron los mejores equipos que vi de Nacional. Alguna vez Francisco Maturana en una entrevista me comentó que el ciclo que los llevó a ganar la Libertadores tuvo un riesgo alto: no habían alcanzado a ponerse a punto físicamente y el DT decidió que la pretemporada se haría con los partidos de la primera fase de grupos de esa copa, es decir contra Millonarios, Emelec y Deportivo Quito. Mal no les fue.

Historias así se pueden encontrar en el libro Pasión verdolaga, escrito por Ramón Pinilla y editado por Intermedio, en donde se hace un gran repaso de la historia del verde antioqueño, de sus afugias y por supuesto de su rico trasegar en el fútbol con testimonios de aquellos que escribieron sus páginas más gloriosas.

Tiene un defecto y es más formal que otra cosa: la doble columna de texto en cada página no lo hace amable de leer.

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