Segundo

Por: Nicolás Samper C. / @udsnoexisten

Es raro eso de darle premio al que queda de segundo. Creo que eso se lo debió inventar la FIFA, expertos en hacer alardes de que todo debe ser juego limpio, mientras ellos no escatiman “esfuerzos” en cuadrar votos, corruptelas mediante, para organizar sus torneos. A los jugadores de Santa Fe les
dieron durísimo la semana que pasó porque no asistieron a la ceremonia de la Copa Postobón para recibir su medalla de subcampeones. Le pasó a Boca también acá, el día que el Once Caldas tocó el cielo con las manos llevándose la Libertadores de América contra todo pronóstico.

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Y está bien que sean cuestionados: mientras esa desgracia de protocolo exista, pues toca ir. ¡Qué hacemos! Lo que se debe evaluar no es tanto la actitud de un equipo, sino más bien esa medida ridícula de premiar al que perdió y tiene la sangre caliente. No es sensato, no tiene asidero, no es sano, al menos en lo que a mí respecta, porque por supuesto seguirá pasando que alguien muy molesto se niegue a recibir una medalla de consolación luego de haberlo dejado todo para ser campeón.

Y se nota que esa ceremonia, ya tan tradicional, es inventada por tipos de escritorio que nunca en su vida patearon un balón de fútbol. ¡Qué mamera que luego de perder una final a uno le toque subir un corredor haciendo mala cara para pasar al lado de la copa que no se pudo ganar y fuera de eso hacer cara de ponqué, darles la mano a un poco de directivos de sonrisa perlada y pisacorbata!

Eso no es espectáculo: es morbo. Es tentar al humano a que decida no ir, o a que se saque la medalla con rabia del cuello al verse derrotado. ¿Con qué ánimo trepa esas tarimas un arquero que se equivocó en la jugada de gol definitiva que hizo perder a su club un campeonato, por ejemplo?

Y por supuesto siempre los juicios se volcarán sobre los futbolistas. Nunca sobre los que diseñaron ese esperpento de idea. Es la misma cosa con los himnos nacionales en los actos de protocolo para juegos de clubes. Es imposible olvidar a Adolfo Bautista, de Chivas. Jugando la final de la Libertadores ante Inter de Porto Alegre decidió no respetar la línea de protocolo y se fue a calentar mientras sonaba el himno de Brasil. ¿La razón? El himno de México había sido cortado abruptamente y él no iba a tolerar que se maltratara así a su país. El juego terminó en bronca y con semejante clima caldeado había que ir por medallas de subcampeón. Todo un disparate, similar al del encuentro Sao Paulo-Tigre, de Sudamericana. Tigre no quiso jugar el segundo tiempo por ser víctima de un arbitraje escandaloso en su contra y el partido se suspendió. Campeón Sao Paulo y nadie en Tigre quería saber de medallas de plata, con toda la razón.

Está bien que al que gane se le brinde todo, pero está mal invitar al derrotado a presenciar esa dicha que no logró.


*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

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