Opinión

Filas

Por: Andrés Ospina. Escritor y realizador de radio/ @elblogotazo

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Es la nuestra una ciudad de filas interminables. Una fila hecha urbe y una urbe hecha de filas. Una fila de vehículos, que esforzados intentan avanzar por sobre otros vehículos, los que a su vez y sin éxito procuran hacer lo mismo. Una fila de ciudadanos, que como pueden pugnan por vivir.

Una fila de empleados de nivel medio aguardando por un aforo en Crepes & Waffles a la 1:00 p.m., precedidos por al menos 32 de sus semejantes en idéntica situación. Una fila de individuos sometidos –por las garras de la burocracia capitalista–, tramitando RUTS, RITS, NITS y demás martirios monosilábicos de la contemporaneidad tributaria.

Una fila de simpatizantes azules, rojos, amarillos y hasta blancos, apostados en El Campín. Una fila de angurrientos babeando frente a impulsadoras de supermercado, para que les ofrenden degustación de lechona, Milo o cierto ron de reciente inserción en tierras muiscas. Una fila de deudos caminando resignados hacia el Cementerio Central. Una fila del SITP. Una fila de impúberes ‘beliebers’.

Un fila de cesantes ilusionados ante el espejismo de un aviso engañoso del tipo “presentarse con hoja de vida”. Una muy larga fila para trasplantes de órganos. Una fila de manifestantes en la llamada ‘Piedragógica’. Filas tipo anaconda en alguna estación de articulados. Una fila de miserables que campean impunes, gracias a los torpes oficios del aparato judicial. Y a su lado otra de inocentes condenados. Una fila de asustadizos tramitantes de visas. Una fila –con decomiso de cinturones y descalzamiento protocolario– para ingresar a Rock al Parque. Una fila de taxis luminosos, alumbrando la 72 de madrugada.

Filas en urgencias. Filas insufribles en entidades financieras. Filas de niños de kindergarten, de visita por Maloka o el Jardín Botánico. Filas de potenciales enlistados bachilleres para tacto testicular ejecutado por poco agraciada galena, soñando con resultar no aptos en lo tocante a cualquier posibilidad de incorporación a nuestras honorables Fuerzas Militares.

Filas de ‘counter’ en Eldorado o Puente Aéreo. Filas de comedor comunitario. Filas de soldados cambiando guardia, a lo londinense, en inmediaciones del palacio presidencial. Filas de anónimos aguardando por ser estrellas de ‘reality’. Filas de desaparecidos. Filas de sabuesos, a los que un paseador a sueldo hala sin ternura.

Filas de arribismos alineados uno tras otro, con la débil esperanza de ingresar –si es que el ‘bouncer’ a cargo te considera digno de hacerlo– a algún reputado asadero de corte realista-mágico y precios tipo Mónaco, con sede en la vecina municipalidad de Chía.

Filas en maratones y ciclovías. Filas de pensionados. Filas de indefensas reses y porcinos marchando al cadalso que les construimos, para infame bienestar de la industria cárnica. Filas para ascender a Monserrate. Filas para el 20 de julio. Para elevar oraciones fuertes y pagadas al espíritu santo. Para conocer Starbucks, tan vergonzosas e inverosímilmente similares a las que alguna vez hiciéramos en McDonald’s, prueba de cuán fanfarrones y apresurados podemos llegar a ser.

Así las cosas –como bien hemos podido corroborarlo mientras estas líneas se extinguen– la presente ‘fila de filas’ podría seguir su interminable curso ‘ab aeternum’. Concluyo, pues, con una reflexión de velorio: “¡No te aflijas! Que aquí vamos todos haciendo fila. Y en el mismo lado terminaremos”. Igualitario. ¿No?

*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.

 

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