Los carros de caballos de la colonial Cartagena de Indias han llevado desde dignatarios internacionales a los decenas de turistas que pasean cada día por la ciudad colombiana, pero las denuncias sobre las malas condiciones de los animales se multiplican amenazando todo un oficio.
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Muchos aseguran que ir a Cartagena y no dar un paseo en coche es como no haber ido, son un atractivo para parejas, famosos y turistas, están presentes en casi todas las películas que se han rodado en la ciudad y son protagonistas de reconocidas canciones.
Pero un reciente informe de la Procuraduría General (Ministerio Público) recogió lo que se venía denunciando en algunas asociaciones y defensores de animales hace mucho tiempo: los caballos no están en condiciones para trabajar.
Más de 40 han superado la edad límite para prestar servicios turísticos, se encuentran en desnutrición y las frecuencias cardiacas de los animales están por encima de los valores normales por el esfuerzo físico y las extenuantes jornadas de trabajo, según el informe del Ministerio Público.
EN RIESGO UN OFICIO
Fabio Arzuza, un cochero que lleva 36 años en el oficio, lo niega y subraya que los caballos de la meca del turismo en Colombia «están en buenas condiciones».
Él ha sacado adelante a su familia gracias a este negocio y dice a Efe que si le llegan a quitar sus caballos lo «matan enseguida». «¿Dónde vamos a trabajar? ¿Quién nos va a responder por la familia de nosotros?», se pregunta.
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En la misma situación están unas 180 familias, sobre todo de afrodescendientes, que dependen de este trabajo con el que sustentan a no menos de 600 personas.
En los últimos meses, con un turismo muy mermado por la pandemia, muchos cocheros tuvieron que «mal vender algunos de sus bienes» para sostener a sus familias y a los caballos. «Nadie se acercó a darnos un kilo de maíz, un pedazo de yerba para estos caballos cocheros», denuncia a Efe el vicepresidente de la Asociación de Cocheros de Cartagena, Miguel Bustamante.
Los caballos necesitan el mismo cuidado y alimentación si están trabajando o parados, dice el gremial. «Los caballos cocheros no son una moto, no son un vehículo que dejamos parqueado en cualquier sitio y no comen».
CABALLOS EXPLOTADOS
La activista en derechos animales de la Asociación Protectora de Animales del Distrito Fany Pachón dice que «no se puede jugar es con la salud de los animales, si hay 44 animales que están enfermos pues hay que sustituirlos», refiriéndose a los animales que la Procuraduría comprobó que son demasiado viejos para trabajar.
Pachón asegura que los caballos son sometidos a «horas (de trabajo) forzadas, más de lo que ellos pueden ejecutar en un día, no (tienen) buena alimentación, están flacos», y «donde se le hacen las ataduras pues tienen algunos heridas».
La activista considera que habría que penalizar a los «maltratadores de animales» reincidentes, y quitarles los permisos para que manejen los carruajes.
Los cocheros gastan 10.000 pesos (unos 2,6 dólares) al día por el bulto de hierba que comen, junto al amolene, afrecho, mogollas, melaza y agua con los que lo alimentan. «Ellos no saben eso, ellos creen que los caballos comen papel y aire», les reprocha el cochero a los animalistas.
«Nosotros queremos más a los caballos que a cualquier otra cosa, esta es nuestra empresa, este es el pan de cada día de nosotros», agrega por su parte Bustamante, que recuerda que cada 15 días veterinarios de la Unidad Municipal de Asistencia Técnica Agropecuaria (Umata) realizan controles a los caballos cocheros.
UNA INSIGNIA DE CARTAGENA
Por 60.000 pesos (unos 15,5 dólares), las parejas o turistas pueden dar una vuelta de media hora por la histórica parte amurallada de la ciudad y disfrutar de los floridos e icónicos balcones cartageneros o el histórico campanario de la Catedral de Santa Catalina de Alejandría.
Los coches de caballo se convierten en el vehículo oficial cuando hay una visita de renombre en la ciudad o una cumbre o congreso internacional y los cruceros que hacen parada en la ciudad también contrata en ocasiones este vehículo para divertimento de los pasajeros.
«Si quitan los caballos, se acabaron los coches», lamenta el cochero, quien cree que eso sería «matar a la ciudad de Cartagena» y «dejarla sin oxígeno».