Escrito por: Natalia Martínez L. y María Esperanza Arias
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Cortina de humo. El discurso del Gobierno se concentra en el narcotráfico como principal problema de la violencia en el país y, luchar contra este, la única solución. Pero desde las regiones opinan todo lo contrario.
El 5 de octubre de 2017, en la vereda el Tandil, cerca a Tumaco, Nariño, la Fuerza Pública asesinó a siete campesinos que protestaban en contra de la erradicación forzosa de cultivos ilícitos. Tres años después no hay responsables.
Esta fue una de las 11 masacres registradas para ese año. El Gobierno de Juan Manuel Santos, que impulsó en el Acuerdo de Paz con las Farc la sustitución de cultivos ilícitos, le incumplía a la gente de Tandil, que no tenía otra cosa que hacer que volver a la siembra para la extracción de drogas ilícitas con el fin de ganar algo de dinero para comer.
“La paz de Santos no llegó a Nariño. Es más, puedo asegurar que se incrementó la guerra y el conflicto en nuestro departamento. ¿Por qué ocurrió esto? Para mí, porque se planeó muy bien la firma de la paz, no la implementación del acuerdo. Esa implementación tenía que ver con el territorio, no con el reflector de las cámaras”, aseguró el exgobernador de Nariño, Camilo Romero.
La guerra contra los cultivos ilícitos se trasladó hacia los cocaleros. Las comunidades empezaron a ser el blanco de los ataques, pero la queja siempre fue la misma: ante la no llegada del Estado, en forma de beneficios sociales, el negocio de la droga, más que rentable, era el único que representaba dinero en ciertas zonas.
“No puede ser que a los campesinos de Nariño que estaban dispuestos a la sustitución de cultivos, que nunca habían visto al Estado y que solo lo vieron cuando fueron a ofrecerles una sustitución, les hagan conejo y les lleven erradicación y guerra”, apuntó Romero.
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Masacres en lo corrido del año, incluida la ocurrida en Bogotá, según las cifras de Indepaz.
Con la llegada del presidente Iván Duque, la narrativa sobre el narcotráfico se fortaleció. El enemigo común, que eran las Farc como la guerrilla más grande del continente, se difuminó y el “negocio maldito” empezó a hacer pinos para ocupar los reflectores. Desde entonces, todo el discurso de la guerra gira en torno a un cultivo ilegal que esconde otras de las verdaderas causas del conflicto.
“El acuerdo de La Habana no hizo nada, porque dejó el tema fundamental de la violencia que es el narcotráfico. El narcotráfico es el que financia los grupos ilegales, el que financia los enfrentamientos por las rutas, por los cultivos, y propicia la corrupción en la que terminan sumergidos algunos hombres de nuestro Ejército y policías”, señaló Paloma Valencia, senadora del Centro Democrático.
En esa misma línea, el comisionado de Paz, Miguel Ceballos, afirmó que el Estado lo intenta, pero los narcos no lo permiten: “Los enemigos de la paz son los que buscan preservar su negocio maldito del narcotráfico y que pretenden enlodar a personas que no tienen ingresos y tampoco alternativas. Porque cuando el Estado quiere llegar, los delincuentes no dejan. Aquí la verdad es que el gran enemigo del Estado y de los ciudadanos es el narcotráfico”.
Sin embargo, para los analistas, esto no es cierto y los males son muchos más.
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Asesinatos de líderes sociales entre enero y septiembre de 2020, según Indepaz
El narcotráfico, la cortina perfecta para esconder los verdaderos males
Por su parte, el fotógrafo documental Federico Ríos, reportero para el NY Times y que ha recorrido el país durante años para retratar la violencia, aseguró que “las masacres, los asesinatos, no tienen que ver con el narcotráfico sino con otros negocios al margen: caballos, ganadería, tierras, cultivos, oro, madera, con rutas de contrabando y muchas otras cosas”.
Luego de la matanza de Zaragoza, Antioquia, el pasado 7 de septiembre, el ministro de Defensa aseguró que las masacres son ocasionadas por un único fenómeno: el narcotráfico.
«Es necesario señalar que en muchas de ellas se ve la mano criminal del narcotráfico o porque se trata de retaliaciones entre bandidos o porque se matan entre ellos para quedarse con las rutas, los insumos o el producto final», apuntó en Antioquia, Carlos Holmes Trujillo.
«Las masacres, los asesinatos, no tienen que ver con el narcotráfico sino con otros negocios al margen: caballos, ganadería, tierras, cultivos, oro, madera, con rutas, contrabando, muchas otras cosas”,
Federico Ríos, reportero gráfico del NY Times
Sin embargo, el asesinato de líderes sociales, líderes políticos regionales y periodistas, parecen obedecer a otras causas más que parecen ocultas tras la cortina de la erradicación de la mata de coca. De hecho, en el caso puntual de Zaragoza, las investigaciones apuntan a que el crimen pudo estar relacionado con la minería ilegal.
“Desde los años 90 la excusa del Estado para la violencia en Colombia siempre ha sido el narcotráfico y ahora no es la excepción. Quieren implementar la fumigación y la erradicación forzada y la política de Estados Unidos, y no implementar el acuerdo de paz. También es cierto que el narcotráfico ha sido una de las fuentes del conflicto armado, pero no es la única”, indicó Leonardo González.
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Personas han sido asesinadas en masacres en lo que va corrido del 2020, 6 de esos muertos eran líderes sociales.
Para el coordinador de proyectos de Indepaz, detrás de esto está la implementación de un modelo de desarrollo en las regiones basado en el monocultivo, “como en el caso de la palma, la caña en el norte del Cauca, la ganadería extensiva, la minería, los megaproyectos, se están atacando a las comunidades con la excusa de atacar al narcotráfico y a esto, obviamente, le hacen juego los grupos armados”.
“La gente habla de la deforestación para coca en los Llanos, pero allá no deforestan para coca, lo hacen para ganado y no más. La coca se nos volvió el monstruo y es efectivo, para mí la guerra en el Cauca, por ejemplo, es por la expansión de los ingenios azucareros que están en contra la tenencia de tierra de los indígenas”, señaló Ríos.
Las problemáticas aún no plantean soluciones. Mientras la gente pide Estado en forma de proyectos sociales, el Estado combate las economías regionales que se pegan al narcotráfico, pero los intereses ocultos hacen de esta guerra un negocio financiado por muchas más causas que una mata de coca.
“Por encima de este escenario de violencias se sitúan poderes económicos e instituciones cooptadas que siguen interesados en recomponer los territorios colectivos, las zonas de reserva forestal, para imponer lo que consideran el verdadero desarrollo basado en megaproyectos minero-energéticos, agroindustriales y forestales”, indicó Camilo González de Indepaz.
Con esto cerramos el reportaje El despertar de la violencia que deja en pie las dudas sobre quiénes manejan los hilos de las economías que desatan la muerte en los territorios y cómo hay muchos más asesinos que los simples grupos armados.
Primera entrega:
Segunda entrega: