México es la gran vitrina de Latinoamérica: llena de contrastes, exuberancia, pero también de violencia, desigualdad y donde sus múltiples voces luchan por visibilizar sus derechos y sus historias. Incluso las que muchos no quieren que sean contadas. Maya Goded: Las miradas de la otredad en Latinoamérica
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Este tipo de relatos son los que ha contado Maya Goded, quien a través de la fotografía y el documental, ha hablado de la mujer y sus historias a través de su sexualidad, violencia de género y otras transversalidades que reflejan su historia y cómo la viven a través de las violencias estructurales que se generan contra ellas.
Maya Goded: Las miradas de la otredad en Latinoamérica
Maya Goded: Las miradas de la otredad en Latinoamérica
Metro habló con la artista visual, que fue premiada por National Geographic en la categoría Storytelling Fellows, sobre su trabajo y cómo retratar las distintas voces sociales que conforman la feminidad en Latinoamérica.
La mirada del otro está generalmente cargada de morbo, paternalismo, banalización. Usted, en su documental “La Plaza de la Soledad” generó otro ángulo y así ha sido en gran parte su trabajo. ¿Cómo abordar la otredad sin caer en esos tres clichés?
Esto es lo que he ido aprendiendo a través de los años, a través del trabajo con las comunidades. Para mí, lo más importante de contactarte con la persona que fotografías y filmas es investigar, abrir las preguntas. Pero, realmente, todo comienza cuando uno ya empieza a trabajar en campo.
Ahora, pienso que la forma de entrar es importante: no es buscar cosas que van a reforzar mis pensamientos o mi ideología. Uno debe estar dispuesto a que se le desmoronen las concepciones de la vida y de incluso la persona que va a fotografiar. Uno debe estar dispuesto a ser sorprendido, y a entablar un diálogo con el otro, pero no solo en el campo del trabajo.
En estos tiempos hay que estar dispuesto a aprender, porque los distintos pensamientos y percepciones de la vida nos enriquecen. Y esa ha sido la historia de mi vida: moverse en distintos mundos y, por la historia de mis padres, estoy acostumbrada a tratar de dialogar con distintos pensamientos, estructuras y personas.
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Y, cuando se genera un momento incómodo, cuando estás en situaciones que no comprendes, es un aprendizaje. Hablar con el otro también es un acto político, de resistencia.
Usted ahora va a trabajar con mujeres indígenas para hablar de sus saberes. En este trabajo y otros, ¿cuáles le han dicho que son sus limitaciones?
Me han dicho, en México, que si uno es blanco no puede dialogar con el otro. Que uno debe estar con las mismas personas, mirarse el ombligo y que todo sea igual. Pero ¿por qué debe ser igual? ¿Por qué no podemos dialogar, entender?
Es lo que se necesita. Y en este trabajo es importante: las personas que estamos en lo urbano perdimos la conexión con la naturaleza y lo espiritual. Debemos acercarnos a ello. Debemos reflexionar en lo que estamos destruyendo, en la decadencia de la sociedad. Por eso, debemos ver otras formas de vivir, más sustentables.
Y aquí también debo ver cómo entrar al proyecto, tratar de modificarme, incorporar lo que investigo, y los encuentros que tengo, debo pasarlos por mi cuerpo y mi espíritu para entenderlos en lo más profundo.
México es un país duro y violento para las mujeres. ¿Por qué usted contó sus historias desde los ángulos de la prostitución y la desaparición?
Contar los temas desde la mujer es necesario y más desde ese punto de vista. Debemos meter más historias de mujeres en el mundo. Recuerdo que cuando empecé a trabajar con mujeres desaparecidas, las revistas me decían que ya lo contaron. Sí, pero pasan los años y esto se está haciendo más grande. Ahora, cuando hice el documental de la prostitución de las mujeres mayores me decían: “Ay, no hay espacio para ellas”.
Es un reto empezar a visibilizar historias que no se quieren contar. Nadie quiere ver a la mujer mayor, su cuerpo. La sexualidad de una mujer mayor. Entonces, el quid es cómo acercarnos, cómo contar esas historias.
Eso modifica nuestra concepción de lo femenino. Y por supuesto, la lucha de las mujeres se está transformando y es asunto es cómo contarlo más y pasarlo a imágenes e historias.
¿Qué la atrajo del mundo de la prostitución?
Fue interesante tratar de entender la óptica que se me presentó :no tenía contemplado lo de las mujeres mayores trabajando. Y ahí es cuando pienso que hay que quitarse tabúes. Uno llega con una idea de la prostitución, de su feminismo.
Y cuando me dijeron que había una mujer mayor que trabajaba en la prostitución, fue impactante. Yo creía que solo los hombres mayores tenían sexo. Y en ese tema, la sexualidad femenina a partir de esa búsqueda fue demasiado interesante.
Mi mamá está en una casa hogar y me habla también del tema y eso también abre otra perspectiva. Lo importante es ver cómo abordas los temas. Realmente esto es un diálogo.
Aprender, qué quieres modificar, que se vea una verdadera conversación. Yo no quiero hacer una foto bonita de la zona y ya, o reforzar una ideología y afirmación, eso para mí no es la fotografía ni me interesa. La fotografía consta de procesos, largos, complicados y dificiles, si no me voy a transformar, si no es un diálogo verdadero, no me interesa acercarme.
¿Cómo contar las historias de las mujeres indígenas, tan violentadas en Latinoamérica?
Hay que acercarse en el sentido de qué quieren contar. Y también de que la mirada propia no cuenta en varios temas. Pero, yo no busco mostrar los rostros de las personas más violentadas de la desigualdad. Al contrario, lo que me quiero acercar es a sus enseñanzas y a su sabiduría y a su relación con las plantas con la naturaleza y en comunidad.
No quiero fijarme en la desigualdad, no voy a buscarla, sino los aprendizajes. Me interesa la fortaleza de las mujeres y sus luchas y no es una búsqueda personal.
¿Por qué es importante narrar la otredad en Latinoamérica?
Siempre he pensado que me acerco desde mi bagaje para tener un diálogo transversal. Creo que en la región es importante acercarte a ver al otro y que tengamos una conversación. Y en países donde hay una violencia fuerte es necesario conversar y tener un entendimiento que te ayude a cuestionarte.
Nuestras historias, nuestra historia, entre más voces tenga, es mejor. Y más donde vivimos una violencia donde tememos hablar con los otros y nuestros países están condenados porque no podemos ver en lo que nos parecemos. Dialogar es aprender de nuestras diferencias.