Como si hubiera izado la bandera amarilla de la peste, el barco carguero «Susurro» fue impedido de fondear en frente de la isla de Tierrabomba, cercana a Cartagena, y en el Caño del Oro, por el temor de sus habitantes a ser contagiados de COVID-19.
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Con siete marineros a bordo, seis de ellos contagiados, la embarcación que llegó a Cartagena el pasado 18 de mayo procedente del archipiélago de San Andrés y Providencia permanece en cuarentena, fondeada en la Bahía de las Ánimas, frente al centro histórico de la ciudad, donde finalmente pudo soltar anclas después de ser rechazado en los otros dos lugares.
La situación de este navío recuerda a la de Florentino Ariza y Fermina Daza en «El amor en los tiempos del cólera», una de las obras cumbre del nobel colombiano Gabriel García Márquez.
La pareja navegaba por el río Magdalena bajo la simulada bandera amarilla pues «desde algunos pueblos les tiraban cañonazos de caridad para espantar el cólera» y «los buques de cualquier compañía que cruzaban en el camino les mandaban señales de condolencia».
En este episodio producto de la fértil imaginación de Gabo, el capitán Diego Samaritano cohonesta la propuesta de Florentino Ariza de izar la bandera de la peste, declararse en cuarentena y navegar en emergencia para complacer un capricho de Fermina Daza.
Pero la historia del «Susurro», que usualmente lleva víveres y materiales de Cartagena al archipiélago de San Andrés, es menos romántica y más trágica que la de la novela de García Márquez.
Esto porque uno de sus tripulantes falleció y de los otros siete, seis están contagiados de coronavirus. Desde que comenzó el viaje los marineros completan 30 días a bordo de este viejo barco de 32 metros de eslora donde esperan la recuperación de los enfermos.