La escasez de comida junto a determinadas condiciones climáticas puede transformarse en una combinación asesina para algunos insectos, en este caso las saltamontes jóvenes.
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De acuerdo a un artículo publicado por Infobae, estos animales cuando llegan a la adultez y desarrollan alas que les permiten volar hasta 150 kilómetros por día, las langostas del desierto (schistocerca gregaria) pasan a ser un peligro para la supervivencia de pueblos enteros.
Un enjambre puede contener hasta 80 millones de individuos, que cubren una superficie de un kilómetro cuadrado, y que devoran toda la vegetación que encuentran a su paso. En un día, pueden comer el equivalente a 35.000 personas.
La plaga bíblica que podría provocar más muertes que el coronavirus
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) define a la langosta del desierto como “la plaga migratoria más destructiva del mundo: son comedores voraces que consumen su propio peso por día, apuntando a los cultivos de alimentos y al forraje”.
Por un lado, el mundo está paralizado por el coronavirus, pero África Oriental enfrenta la peor invasión de schistocerca gregaria en décadas. El mes pasado, los enjambres en Etiopía, Kenia y Somalia cubrían más de 2.000 kilómetros cuadrados y, si no hay una respuesta contundente, van a seguir creciendo en las próximas semanas.
En países devastados por los conflictos internos y las crisis económicas recurrentes, donde la pobreza extrema y el hambre son endémicos, el efecto combinado de las dos plagas puede ser catastrófico.
“Cuando las langostas llegan a ser un enjambre de adultos, la situación se vuelve delicada. La mejor solución es monitorear e intentar prevenir su desarrollo. No es sencillo, porque la región potencialmente afectada es muy grande y poco habitada, y los países tienen escasos recursos para dedicar a la vigilancia. El monitoreo se suele hacer por etapas: se analizan las observaciones de los satélites para vigilar el desarrollo de la vegetación y, cuando se observa crecimiento en zonas favorables a la reproducción de la langosta, se envían equipos de topógrafos al terreno para comprobarlo”, dijo a Infobae Alessandra Giannini, investigadora del Instituto sobre el Clima de la Universidad de Columbia.