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Lo mataron luego de denunciar el asesinato de su hermano a manos del Ejército

Además, botaron sus documentos para hacerlo pasar como N.N. La terrorífica historia que sale a la luz tras años de impunidad

En otro de los capítulos que se conocen en la Justicia Especial para la Paz (JEP), se supo de la historia de una familia atravesada por el dolor de los falsos positivos, la impunidad y la mano asesina del Estado.

En el año 2004, hace 16 años, el asesinato de un joven a manos del Ejército del país, ensombreció a una pequeña comunidad de Santa Ana, corregimiento de Granada en Antioquia.

Una mañana, en única cafetería de la población, el terror secundó a quienes departían. Los disparos de fusiles en manos de soldados del Ejército Nacional del Colombia hicieron que un joven de 16 años se tirara al piso y allí, los militares se lo llevaron.

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En la vereda de Las Playas, en el mismo municipio, el joven que nada tenía que ver con el conflicto que se llevaba a cabo en ese territorio entre la guerrilla, los paramilitares y el Estado, comandado por Álvaro Uribe Vélez, fue torturado, desfigurado, fracturado y asesinado con tres disparos en el pecho.

Los documentos del menor fueron botados y enterrados, con el fin de declarar al muerto como un sin nombre, como un N.N., que no solo tenía un nombre, un apellido, sino una familia que decidió pelear contra la institución del Ejército para traer justicia.

“Le pegaron tres tiros a quema ropa en el lado del corazón, con una pistola y por Cocorná lo uniformaron y le pusieron una pistola, y lo llevaron a Corcorná y lo entregaron allá y dijeron que lo habían dado de baja en un enfrentamiento, le botan la documentación y lo dejan como NN”, relató su hermano a la JEP, así recoge el testimonio Caracol Radio.

Pero la tragedia no terminó ahí. En 2005, un segundo hijo de la misma familia, corrió con igual suerte que el menor. Tras un año de denuncias por la muerte del más jovencito, el Ejército quitó los documentos a un hombre y días después, el mismo Ejército, se lo llevó y lo asesinó.

El dolor se repetía, de la misma manera. El Ejército, en esta ocasión, le puso una pañoleta para identificarlo con una guerrilla, lo armó y le puso otro material, para presentarlo como dado de baja en un combate.

«Me pareció muy mal hecho lo que habían hecho con él, que como que disfrazarlo, que torturarlo, que como lo despedazaron… Era triste porque es qué no sé por qué el Ejército llegaba y era el mal trato, que guerrillero, que dónde está la guerrilla, a mí me pasó en dos ocasiones», reveló un sobreviviente en la JEP.

 

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