Colombia es un país marcado por la guerra. En los años setenta, el narcotráfico fue permeando a la sociedad y la batalla era por el control de las rutas del tráfico de drogas.
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La marihuana, que los amazónicos llaman prima del tabaco, usada en occidente con fin alucinógeno, en un principio era procesada y cargada en avionetas con los mismos destinos que ocupan hoy los mercados de la coca y la heroína.
La lucha contra las drogas, incluida la marihuana, ha sido política y teñida de moralismos, pero en los últimos años, el panorama ha cambiado drásticamente.
Hoy, la lucha es por la legalización o regulación de lo que ahora llaman cannabis de uso adulto y ya hay empresas colombianas que se dedican a la producción del cannabis medicinal.
Sin embargo, más allá de dónde salió la evidencia médica o científica, al país le restan unas batallas por librar si se quiere montar en el nuevo mercado que en la bolsa canadiense llaman ‘el nuevo oro verde’.
Los números del
cannabis legal
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En 2017, en el estado de Colorado, en Estados Unidos, recaudó cerca de 250 millones de dólares, la cantidad que Avianca pidió prestada a cuatro años para poder seguir funcionando.
En Brasil, el país más grande del continente, se estableció, gracias a un informe de ArcView Market Research y BDS Analytics, que para 2027, los brasileños gastarán 350 millones de dólares en marihuana legal. Los argentinos gastarán casi 300 millones de dólares y los uruguayos, que llevan un largo recorrido en todo este terreno de la legalización, 48 millones de ‘verdes’, mientras que en nuestro país, la inversión sería de apenas 17,6 millones de dólares. ¿Y entonces por qué hay tanta expectativa con regular la marihuana en el país?
En Colombia, las expectativas están puestas en el desarrollo del mercado, pues la riqueza de los suelos y las facilidades climáticas, hacen que haya más variedades de cannabis. Así, capitales extranjeros pusieron sus ojos sobre el país y los expertos económicos aseguraron que iniciaría la bonanza marimbera 2.0, basada en ciencia, en liberalismo y la explotación de las propiedades medicinales de la marihuana, que tanto se comentan en la alternatividad médica.
Sin embargo, lo que fue un arranque veloz en la inclusión del mercado y que llevó al país a convertirse en un líder a nivel mundial, se frenó porque la regulación hasta ahora se está poniendo al corriente.
Legalización vs. regulación
“Tenemos que empezar a hablar de abolir el término de legalización. Vamos a hablar de una buena regulación”, afirmó el ahora rector de la Universidad de los Andes, Alejandro Gaviria, a la Revista Cáñamo en su edición de mayo de este año.
El exministro de Salud que terminó poniendo sobre la mesa el tema sin proponérselo, tras contar su experiencia con el uso de esta planta y su tratamiento para el cáncer, explica que en el país no se debería hablar de legalización, pues esto puede interpretarse como que la industria quede lejos de la mano del Estado y el mercado se pueda descontrolar.
“La gente asocia la palabra ‘legalización’ con ‘liberalización’, es decir, que algo está prohibido, de la noche a la mañana está permitido y no es esto lo que buscamos. Por eso hablamos de regulación, un término más preciso y que se enfoca en que el Estado sea quien asuma la responsabilidad”, señala el exsenador liberal Juan Manuel Galán y autor de la Ley 1787 de 2016 que dio vía libre al cultivo y fabricación de insumos y productos del cannabis con fines medicinales.
La regulación en Colombia
Luego de que la Ley 1787 de 2016 fuera sancionada por el presidente, el decreto presidencial 613 de 2017 otorgó distintas funciones a entidades como MinSalud, MinJusticia, el ICA, el Invima y el Fondo Nacional de Estupefacientes. “Estas entidades emitieron resoluciones para regular el tema y hoy en día, lo que tenemos es un marco regulatorio completo, al cual solo le falta la habilitación de los laboratorios que van a hacer las preparaciones magistrales, que son los primeros productos que estarán disponibles y las condiciones de distribución de los medicamentos que se consiguen con la modificación de una resolución y que el Invima haga unas visitas”, asegura Juan Diego Álvarez, vicepresidente de asuntos regulatorios de Khiron, una de las empresas que ha logrado emprender en el terreno y que está a la espera de poder vender el desarrollo científico en forma de productos médicos paleativos del dolor.
Los cambios de gobiernos terminaron impactando la política regulatoria del cannabis medicinal y el retraso ahora es visto como rezago del país que debería, según expertos, liderar la parada.
“El proceso de regulación avanzó rápidamente en la recta final del gobierno de Juan Manuel Santos. Con el triunfo de Iván Duque, hubo una especie de carrera contra el reloj en la radicación de licencias y eso congestionó las solicitudes que tuvo que estudiar MinJusticia y MinSalud. Eso generó un embotellamiento aún mayor, dado que el Gobierno de Duque miró con mucha prevención el proceso y eso lo demoró un año, hasta que la nueva MinJusticia (Margarita Cabello) le dio un impulso a la descongestión”, señala Galán.
El Invima, en donde quedaron centradas las funciones, se quedó atrás en las visitas a los laboratorios y ese pequeño elemento retrasa una industria que avanza a niveles escandalosos en otros lados como Portugal, Uruguay, Canadá y Estados Unidos.
“Después de tres años de mucha regulación y muchos permisos, las compañías ya están listas para comercializar los productos de cannabis, pero estamos a la espera de que el Invima visite los laboratorios que están oficialmente habilitados y que el Fondo Nacional de Estupefacientes modifique la resolución de sustancias controladas”, señaló Álvarez.
Y que esto se lleve a cabo estaría en manos de Duque, que debería agilizar los procesos en el Invima inyectando capital: “Si el Invima asume y centraliza estas funciones, es muy importante que el Invima reciba capacidad institucional, recursos, nuevo personal capacitado y que haya agilidad en el trámite, porque si se ponen demasiados trámites y peros, eso va a espantar la inversión y los capitales irán a mirar lo que está pasando en Perú, en Panamá y Costa Rica… van a mirar a países que si bien no tienen las excepcionales características geográficas o climáticas de Colombia, sí tienen una seguridad jurídica, una agilidad en los trámites que hace una empresa, que los hace más atractivos”, apuntó Galán.
Los problemas que persisten
“Uno de los problemas más graves que tiene la industria es el de la bancarización. Aún el sector financiero no confía en los empresarios que desarrollan productos cannábicos”, aseguró el CEO de Khiron, Álvaro Torres.
Para Galán, el problema es que no se abran espacios igualitarios para los pequeños y medianos empresarios.
“Considero que se tienen que crear espacios de discriminación positiva para las pymes, pues la idea no es que se cree un monopolio de grandes compañías, sino que se pueda tener acceso al negocio”, afirmó el exsenador.
Para el expresidente mexicano, Vicente Fox, el gran problema que se puede abrir radica en que mercados como el estadounidense se abra y lidere la industria.
“Colombia tiene que apurarse o llegará el día en que en Estados Unidos aprueben todo y nos dejen completamente atrás. Este bus no para”, dijo el activista.
Las limitantes políticas y los enigmas morales seguirán mandando la parada en un tema del que tienen expectativas sectores médicos y de pacientes que ven en el cannabis medicinal una opción contra el dolor y en donde el país puede pintar una oportunidad económica importante y una guerra contra la violencia causada por narcotráfico.