“Es como si vieran a Madonna, marica”, me dijo la videógrafa de PUBLIMETRO cuando Gustavo Petro y Hollman Morris se bajaron de una Toyota Prado blindada en el parque de la Victoria y unas 20 personas se les lanzaron encima, mientras seis guardaespaldas hacían fuerza con las manos para que la cosa no se saliera de control. En medio del bullicio, vi a las jóvenes arreglándose el pelo y acomodándose la gorra multicolor… unas llevaban un mensaje de Hollman y otras de ‘Petro presidente’. Parecía una campaña doble.
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“¿Qué más, Nata?”, me dijo Hollman levantando las cejas. Tras responderle el saludo le perdí el rastro entre un tumulto de gente… había voluntarios, asesores, fotógrafos y habitantes del sector. Existía una especie de tensión entre las personas que querían meterse en el embrollo para saludar a los dos políticos. Las chaquetas blancas, las banderas y las personas que se acercaban empezaron a caminar las calles de San Cristóbal, como un río que crece.
El recorrido no comenzó a la hora estimada; como con todos los políticos en campaña, cumplir la agenda es casi imposible. Hollman y su equipo se retrasaron tres horas en llegar desde Usme hasta San Cristóbal. La caminata era sencilla: dos cuadras hasta una plazoleta en donde esperaban a Hollman y a Petro, un carro tarima, candidatos al Concejo y a las Juntas de Acción Comunal. Los políticos de izquierda caminaban agarrados como siameses, cuidados por un grupo de escoltas ‘malacarosos’ que eran estrujados por las señoras que querían fotos.
El más asediado fue Petro, pero el exalcalde no es de esos políticos que se esfuerza por posar en fotos dándole besos a las abuelas, a los niños o a los perros que se encuentra en el camino. Hollman es otro cuento. Yo lo veía apachurrado, algunas veces incómodo. Saludaba y sonreía. Eso sí, por lo que se vio ese día, a él sí le encanta tomarse fotos con la gente. Días más tarde me lo confirmó en una entrevista. La labor más ardua, más allá de aguantar los pisones de los fans, es la de aclarar que hay que votar por él, no por Petro, y es que la confusión se presenta frecuentemente.
“¿Esta vez sí vamos a ganar, señor Petro?”, le preguntó al senador una mujer que cargaba un costal lleno de cartones. El excandidato a la Presidencia le contestó con el gesto que hizo todo el recorrido: sacó el pulgar, lo torció hacia la derecha y señaló a un Hollman que tuvo que asomar la cabeza: “Vamos a ganar si votan por él”, dijo.
Hollman se estiró y sonrió. “Hay que votar por mí y vamos a ganar”, dijo. Aún así, la mujer no le quiso quitar la mirada de devoción a Petro, quien le sostenía las manos ajetreadas por el trabajo de la calle: “Bueno, entonces que mi Dios me los bendiga, y si ganan, no se olviden de nosotros los pobres”, sentenció la recicladora. “Claro que no. Ahí estamos como siempre”, le dijo Hollman, que le levantó el pulgar en señal de aprobación.
La devoción humana
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Entre la campaña, una de las cosas más curiosas de las tomas a las localidades fue un hombre de mediana edad que podría ser el doble del humorista Hassam. Con un megáfono y con un ‘suin’ muy pegajoso, grita sin parar en cada recorrido la canción pegajosa de la campaña: “Es Hollman, Hollman. Es Morris, Morris. Es Hollman Morris a la Alcaldía”, acompañado de un divertido movimiento de cadera. Detrás, un corpulento adulto mayor que aseguró que acompaña a Petro a donde vaya. Ese día vitoreaba. “Hoy, estamos acá en La Victoria para recibir al excelentísimo señor Hollman Morris y a quien le doy mi devoción, el presidente Gustavo Petro”, decía.
Cuando lo entrevisté, con todo el ánimo de que desentrañara la devoción hacia Petro y Hollman, resumió con un comentario homofóbico su voto a la Alcaldía. “Hay que apoyar a Hollman, porque no podemos votar por candidatos que puedan llevar a los niños a un sexo equivocado. Queremos candidatos machos, machos y candidatas hembras, hembras”, comentario curioso para alguien que sigue al progresismo.
“¡Mujeres con Hollman, mujeres con Hollman!”, gritaba un grupo de chicas. La consigna es un ‘sablazo’ a las mujeres petristas que decidieron darle la espalda al concejal progresista, luego de que estallaran los escándalos sobre supuesto acoso y violencia intrafamiliar. Me le arrimé a una joven que se veía feliz. La expresión de la cara le cambió tras la pregunta, “¿qué opinas de los escándalos sobre supuesta violencia intrafamiliar y acoso…”, no me dejó terminar. “Opino que hay mujeres malintencionadas que quieren pescar en río revuelto. Hollman es incapaz de una cosa de esas y por eso les queremos dejar claro que ¡las mujeres estamos con Hollman!”, sus compañeras le celebraron el grito y empezaron de nuevo.
Los únicos devotos no son quienes acompañan a los políticos. Hollman también lo es de Petro y se le nota. “¿Hacer campaña con Petro no le parece un arma de doble filo por el hecho de que lo eclipse un poco?”, le pregunté hace días. “¡Para nada! A Hollman Morris lo conoce el 50% de la ciudad, con Gustavo me van a conocer muchos más”. Siempre habla con mucho cariño de Petro. En realidad tiene en la cabeza gobernar para construir una especie de Bogotá Humana 2.0.
Hollman vs. ‘los
herederos de Peñalosa’
El concejal tenía claro desde hacía mucho que quería ser alcalde, pero es una persona que pregunta la opinión de los demás sobre su camino. El sueño lo tenía desde 2015, pero María Mercedes Maldonado se llevó el privilegio en esa ocasión, por lo que llegó al Concejo, en donde ha sido una de las anclas de la administración de Peñalosa. Tres concejales trabajaron en contra del metro elevado del alcalde, y uno de ellos fue Hollman y esa es su carta de presentación más fuerte. “No haré el metro elevado. Ténganlo claro”, le decía a la gente montado en una van convertida en camioneta. “Así se licite, lo vamos a parar”, recalcó.
“Si dejamos hacer el metro elevado que quiere el señor Enrique Peñalosa, olvídense del cable de San Cristóbal. Si el metro elevado se hace, Bogotá va a quedar en la quiebra”, expresó casi que gritando.
En eso es diferente a Petro, pues el senador que parece ser explosivo en redes sociales, en las calles es más pragmático y habla más pasito. Hollman no teme decir las cosas, porque sabe que tiene poco tiempo para montarse más arriba en las previsiones.
“Es que yo sí quiero ayudar a los más necesitados. Vamos a lograr que los jóvenes de San Cristóbal vayan a la universidad. Para eso son los 250.000 cupos que queremos abrir. Gustavo, nos dicen que no hay la plata, porque quieren enterrarla en troncales de TransMilenio”, dijo.
Luego de la caminata de casi una hora, en la que solo recorrieron dos cuadras, Hollman se presentó como la carta en contra del continuismo de Peñalosa, pues es claro y no duda en señalar a los otros tres candidatos como “los herederos de Peñalosa”.
“Es que los ricos no saben lo duro que es montarse en un TransMilenio como sardinas por dos horas. El doctor Hollman sí lo sabe y por eso quiere hacer el metro subterráneo”, le dice un costeño al candidato, mientras el bogotano de 50 años le presiona fuerte las manos, sonríe y le dice: “Vamos a hacer eso y mucho más, porque los otros dicen que no podemos, pero son ellos los que no pueden. Nosotros sí”.
“¡Soy Hollman Morris y quiero ser su alcalde!”, es la frase con la que el concejal cierra su segundo encuentro del día con la gente. Luego se sube en su camioneta y arranca a encontrarse con la gente del 20 de julio y todo se repite como un déjà vu.
La euforia del río blanco de voluntarios, asesores, escoltas y candidatos se diluye y con ella la gente que por instantes se contagia de la felicidad de estar frente a los políticos, pero como todo en este mundo, la vida sigue y la tranquilidad vuelve, la gente vuelve a sus trabajos o a sus casas y todo termina.