A pesar de que 2019 fue proclamado por la ONU como el Año Internacional de las Lenguas Indígenas, en Colombia hay 39 pueblos nativos, de los 102 que existen, que están hoy en peligro de extinguirse física y culturalmente por factores que van desde el conflicto armado hasta la falta de acceso a la educación.
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En un informe de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) se dio a conocer, el año pasado, que «39 pueblos enfrentan el riesgo del exterminio y 35 tienen menos de 200 habitantes».
Precisamente, Ana María Muchavisol, de la comunidad Kamëntsá Sibundoy, asentada en el selvático departamento de Putumayo, fronterizo con Ecuador, dijo a Efe que el suyo es «uno de los pueblos que está a punto de desaparecer debido a la pérdida de las tradicionales culturales».
Los Kamëntsá Sibundoy suman 6.000 personas, de las cuales solo un 10 % no recibe actualmente educación.
La razón es que «son familias muy pobres, que no tienen lo mínimo necesario para que los niños y jóvenes asistan a la escuela», comentó la líderesa, que participa en el «Foro Internacional sobre Inclusión y Equidad en la Educación-Todas y Todos los Estudiantes Cuentan», organizado por la Unesco, el Ministerio de Educación de Colombia y la Alcaldía de Cali.
Más allá de que según cifras oficiales los indígenas representan el 2,6 % de las 8.604.210 víctimas del conflicto armado en el país, con 224.586 casos, lo que actualmente «mata» sus orígenes es estar cada vez más lejos de sus costumbres.
En 2005 el Gobierno colombiano determinó que había 1.378.884 indígenas, muchos de los cuales han abandonado sus resguardos por las amenazas de los grupos armados al margen de la ley.
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De hecho, la ONIC ha denunciado que «87 líderes indígenas han sido asesinados desde noviembre de 2016», año en el que se firmó el acuerdo de paz con las FARC.
Como consecuencia de lo anterior se produce un desarraigo de su territorio que ha hecho que sus rituales se pierdan y que su modo de vida cambie para siempre.
Para evitar que las costumbres ancestrales desaparezcan la clave está en la educación con enfoque étnico, una herramienta que, aunque necesaria, no está al alcance de todos.
«Necesitamos la elaboración de materiales pedagógicos propios, que estén pensados culturalmente para cada etnia, con el objetivo de poder fortalecer la calidad del aprendizaje», indicó al respecto Muchavisol.
Lo mismo opina Onasis Izquierdo, que en el foro de Cali que termina hoy representa a la comunidad Arhuaco, que vive en la Sierra Nevada de Santa Marta, ubicada en el norte del país.
Para él, «aunque en Colombia sí hay inclusión en la educación para los indígenas se requiere que esta sea diferente porque hasta el momento se trata de programas escolares establecidos para la sociedad en general».
Los textos y guías académicas «no tienen la particularidad de estar ideados para los principios, valores y lenguas indígenas ni mucho menos en el medioambiente en el que viven», advirtió Izquierdo.
Por lo anterior, de los 50.000 arhuacos que constituyen el censo de esa comunidad, solo el 33 % accede a la educación.
El líder comunitario sostuvo que los demás «prefieren quedarse en su casa por la lejanía de los planteles escolares y porque les resulta extraño un proceso de educación en donde lo que aprenden no se pueden aplicar a su realidad».
En igual sentido se manifestó Asensión Hurtado, de la etnia Misak, que habita en cinco departamentos pero con principal influencia en el Cauca, uno los lugares más convulsos del suroeste colombiano.
Allí, la principal dificultad para mantener viva su cultura también es la falta de libros y proyectos que estén acorde con su día a día.
«Del Ministerio sí nos envían textos pero como si viviéramos en una ciudad porque vienen con ejemplos en donde hay semáforos, trenes o aviones, y aquí lo que tenemos son ríos y montañas», indicó Hurtado.
Para ella, lo único que puede hacer que el 20 % de los 24.000 indígenas Misak que no van a la escuela empiecen a hacerlo es que «las enseñanzas que reciben sean pensadas para el contexto en el que están» y en donde la multiculturalidad de la que tanto se habla se aplique en la práctica.