Casi diez millones de personas viven en Bogotá y la Sabana. La población de la ciudad ronda los 7.5 millones de habitantes según el censo 2018 del Dane, mientras que municipios como Soacha, Chía y Mosquera han tenido crecimientos explosivos. La ciudad afronta una expansión en medio de una fuerte crisis ambiental global, en la que una de las mayores problemáticas es hacer que las ciudades del mundo sean sostenibles.
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Pero Bogotá, luego de casi 20 años del siglo XXI, está muy lejos de ser una ciudad sostenible. Según un análisis de la Veeduría Distrital, Bogotá es la ciudad sostenible número 117 en el índice Cities in Motion (ICM) de la Universidad de Navarra (España). Este índice analiza 174 ciudades de 80 países, entre las cuales se encuentran las principales capitales y áreas urbanas de Latinoamérica.
Este índice no solo muestra la ciudad en condiciones generales como economía, planeación urbana, movilidad y transporte y medio ambiente. Aunque Colombia ha sido más o menos estable en condiciones económicas y de gobernanza, hay que ser crudo: la ciudad está relativamente mal en la mayoría de indicadores analizados por el ICM con respecto a otras ciudades como Buenos Aires, Santiago de Chile y Brasilia.
Dos indicadores destacan por lo bajo en este aspecto: la cohesión social y la movilidad. El primero es un indicador seriamente afectado por la desigualdad dentro de la ciudad, la segregación, la situación de habitantes de calle, la discriminación a minorías raciales o las comunidades LGBTI y la falta de movilidad social. Bogotá quedó en la posición 159 de este escalafón. Por su parte, en movilidad Bogotá es la peor ciudad analizada de América Latina, en el puesto 148.
¿Se puede sostener Bogotá?
Según el ICM, el desarrollo sostenible de Bogotá depende de múltiples factores. Algunos de estos, como el Plan de Ordenamiento Territorial, pueden tener un impacto muy fuerte en la forma en la que se ve la ciudad. Otros, como la reducción de gases invernadero y la disminución de costos de infraestructura, están involucrados con otras variables de tipo global.
Según la Veeduría Distrital, Bogotá adolece de serios problemas en los indicadores de movilidad, planificación urbana y tecnología. En estos indicadores el mayor riesgo está en el de movilidad, que ha tenido un deterioro paulatino. La indecisión sobre el metro de Bogotá, el deterioro en las troncales de TransMilenio y los retrasos en la implementación del SITP han causado que cada vez más personas se vuelquen a los vehículos particulares, de cuatro y dos ruedas.
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Entre los elementos determinados por el ICM, la ciudad se “raja” al tener trancones cada vez más extensos y problemáticas cada vez más graves de movilidad. Los 48 minutos diarios que, según Numbeo, en promedio se gasta un bogotano para ir a su casa son un grave golpe en este sentido. También lo es la profusión de motocicletas, que ha llegado a más de 600.000 de estos vehículos circulando en la ciudad.
Otros elementos que afectan el desarrollo de Bogotá están en el acceso de tecnología y la planificación urbana. En el aspecto tecnológico, aunque la ciudad tiene un buen servicio de Internet, el ICM considera que es demasiado lento para una efectiva conexión con el resto del mundo: el ancho de banda promedio es de 6 megabits por segundo, muy inferior al de ciudades como Montevideo (Uruguay) y Santiago de Chile.
Finalmente, en el esquema de planeación afecta la vejez del Plan de Ordenamiento Territorial, el cual se encuentra vigente desde 2005 y solo ha sido ejecutado en un 36%. Al estar obras como la ALO y la calle 153 involucradas, la ciudad se encontrará en una posición casi imposible de mejorar mientras se presenta el nuevo POT, que ya cuenta con ponencia en el Concejo y se espera que sea debatido en el próximo semestre.
Haciendo crecer bien
La Veeduría Distrital consideró que esta decisión de crecimiento de Bogotá se puede ver seriamente afectada por varias decisiones. Los retos urbanos que enfrenta la ciudad, la consolidación de las reservas ambientales y las mejoras en movilidad y cohesión social pueden mejorar notoriamente la situación de Bogotá en los próximos años.
De acuerdo con la Veeduría Distrital, uno de los retos que tiene Bogotá es el tema de movilidad. En este, el próximo alcalde deberá asegurar la implementación completa del SITP, el desmonte del sistema provisional e, incluso, la reducción de emisiones por parte del transporte y la industria. Las medidas como el “pico y placa ambiental” no han sido suficientes.
Algo que sí puede ser suficiente es la llegada de 600 buses eléctricos al SITP, que se espera lleguen a partir del próximo 2020 en la licitación de la fase V del sistema. Estos buses reemplazarían a los del SITP zonal, muchos de ellos con más de 20 años de recorrido, con lo que se podría ver una disminución en las emisiones.
En otros aspectos, la ciudad deberá mejorar sus prácticas durante los próximos 4 años. Además de la solución a largo plazo en movilidad del metro y de nuevas troncales de TransMilenio, Bogotá deberá trabajar en políticas de cohesión social, planificación urbana, acceso tecnológico y situación económica. En este aspecto es crucial la atención a la informalidad, tanto de habitantes colombianos como venezolanos, y la respuesta a las propuestas para mejorar la educación pública.
“Las políticas enfocadas al desarrollo sostenible deben ser una prioridad en Bogotá, pues en el ranking de 2019, 116 ciudades la superaron por contar con soluciones más efectivas a los crecientes retos urbanos que enfrentan”, aseguró la Veeduría. Para convertir a Bogotá en una ciudad con proyección internacional y sostenible, será conveniente ver estas experiencias internacionales.