Muchas son las historias que podemos conocer de personas que han tenido que cruzar la frontera, hoy queremos contarles las vivencias de dos mujeres, esto para entender la crisis desde las madres migrantes.
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Jacqueline Castro es una madre colombiana retornada y cabeza de hogar, que se vio obligada a cruzar la frontera desde Venezuela debido a la actual crisis social, económica y política del vecino país, durante el último año.
Para poder darle un sustento a su familia, Jaqueline dejó crecer su cabello durante varios meses para poder cortarlo y venderlo, lo que le permitió compra comida para sus hijos.
“Muchas mujeres, de pronto venden sus cuerpos, yo vendí pues mi cabello… yo con mucho dolor pregunte que en cuánto me compraban el cabello y me dieron $60.000 pesos”, recuerda Jacqueline desde su casa mientras cubre su cabeza con un pañuelo rosa.
Ella es uno de tantos rostros e historias que viven día a día las madres de la frontera que se ven obligadas a recurrir a medidas poco convencionales y en ocasiones extremas, con tal de sobrevivir a su situación y darles condiciones de vida medianamente dignas a sus hijos.
Tambien está la historia de Reinaris, madre venezolana de una niña de 18 meses, por más que corrió tras el camión que la trasladaría de un refugio a otro tras haber cruzado la frontera, con su hija en brazos y sus pocas pertenencias, no alcanzó a subir la maleta en la que llevaba la ropa de su bebe.
“Fui corriendo para montarme adelante, donde va el chofer, por la niña para no montarnos en esas cosas de atrás, la maleta se había quedado con toda mi ropa y las de ella (mi hija) más que todo”, recuerda Reinaris, con algunas lágrimas en los ojos, en medio de un cuarto casi vació y con su pequeña bebe en los brazos.
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Sin embargo y pese a su clara situación de vulnerabilidad, ella conserva las fuerzas y la esperanza de seguir adelante, sin importar las dificultades que tenga que afrontar. “Sigamos para adelante con ellos, no los desamparemos y siempre con ellos (los hijos) luchando, porque por ellos uno da todo, ¿verdad?”, afirma Reinaris convencida de sus palabras.
Como estas, se encuentran cientos de historias de esas madres de la frontera, que han vivido momentos complejos al verse obligadas a cruzar los pasos y trochas fronterizas con sus hijos, en muchas ocasiones bebes de brazos, en búsqueda de un mejor futuro o una simple oportunidad de vivir con mejores condiciones.
Es por ellas, por más madres y personas que ha cruzado la forntera que una organización como World Vision Colombia continúa su incansable trabajo día a día en el cuidado, la protección y la atención a estas comunidades vulnerables, que se dispersan a lo largo y ancho de los 2,219 kilómetros de frontera.
World Vision Colombia a beneficiado a más de 13.000 niños, niñas y adolescentes con programas de protección, seguridad alimentaria, proyectos de educación en situación de emergencia y programas de salud y cuidado.