Histórico hallazgo arqueológico: encuentran fósil de misterioso antepasado humano de hace más de 160 mil años en el Tíbet
Hasta ahora, los únicos restos conocidos de estos homínidos de Denísova eran unos cuantos pedazos de hueso y dientes recuperados de una cueva siberiana.
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Casi 40 años después de que fue encontrado por un monje en una cueva en el Tíbet, los científicos revelaron el miércoles que un trozo de quijada fosilizado proviene de un misterioso pariente de los neandertales.
El nuevo descubrimiento se hizo a unos 2.300 kilómetros en el sureste de la provincia de Gansu, en China.
La mitad derecha de la mandíbula con dientes tiene por lo menos 160.000 años de antigüedad.
No se encontró ningún rastro de ADN, pero los científicos recuperaron fragmentos de proteína que compararon con el ADN siberiano.
Eso mostró que el fósil pertenece a los denisovanos.
El hallazgo aborda varios misterios.
Uno fue la razón por la cual el ADN siberiano afirmó que los denisovanos se adaptaron a vivir a grandes alturas.
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Y lo hicieron pese a que la cueva siberiana estaba relativamente cerca del nivel del mar.
En tanto, la cueva china está a una gran altura en la meseta tibetana, a unos 3.280 metros (10.800 pies) de altura.
«Ahora tenemos una explicación», comentó Jean-Jacques Hublin del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig, Alemania, uno de los autores del informe.
De hecho, «es una gran sorpresa» que cualquier familiar humano pudo vivir en el clima frío y aire enrarecido de la meseta en ese entonces, más de 100.000 años antes de que nuestra especie apareciera por ahí, comentó a los reporteros.
Las investigaciones anteriores habían señalado que los denisovanos debieron haber vivido en algún otro lugar además de Siberia.
Debido a que se pueden encontrar rastros de su ADN en varias poblaciones actuales de Asia y Australia.
Estos ancestros probablemente no pasaron por esa región.
El nuevo hallazgo expande su propio rango, aunque Hublin dijo que no está claro dónde aparecieron por primera vez.
Su nombre proviene de la cueva Denísova de Siberia, donde se encontraron los restos.
El nuevo trabajo tardó mucho en llegar.
El monje encontró el fósil en 1980 y se lo dio a un líder budista.
Este lo entregó a la Universidad de Lanzhou en China.
El estudio comenzó en 2010.