Caracas, 27 mar (EFE).- Comprar o arrendar una planta eléctrica se ha convertido en una necesidad básica para ciudadanos, empresas, comercios y cualquiera que no pueda permitirse quedarse parado por un corte de electricidad y sí un equipo con el que conseguir luz en el medio del apagón en Venezuela.
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Marcos Freire tiene una licorería en el este de Caracas. Su negocio va viento en popa porque, según dice, «el licor en Venezuela se vende muy bien», pero desde hace tres semanas mantener las puertas del local abierto le cuesta alrededor de 40 dólares diarios más.
Esa es la cantidad que el suyo y otros comercios de la cuadra en que tiene el establecimiento pagan por el alquiler diario de una planta generadora de electricidad.
«Hay que trabajar, aquí estamos para trabajar no estamos para estar metidos en la casa descansando, hay que buscarle la vuelta a todo aquí en Venezuela», declara a Efe este empresario de 28 años.
Asegura que la opción del alquiler es por el momento la única que se puede permitir para tener una planta porque el costo de un equipo propio «es muy elevado aquí».
Sin embargo, incluso pagando por días el costo sube. Alquilar por ejemplo un equipo de 100 kilovoltios-amperios está en un precio de unos 350 dólares diarios.
Freire lleva con el equipo cerca de tres semanas. «Esperemos que (la solución) sea lo más pronto posible ya», desea.
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Las peticiones de grupos electrógenos y máquinas de respaldo se dispararon después de que el pasado 7 de marzo un apagón dejó a oscuras a casi todo el país durante cinco días.
«Nuestros clientes no previeron toda esta situación de emergencia tanto en el ramo residencial, comercial y la macroindustria en cuanto a mantenimiento e instalaciones de nuevos equipos», explica a Efe Gabriel Vázquez, directivo de una empresa del sector.
De repente, se encontró con que mucha gente de la Gran Caracas, el cordón residencial que rodea a la capital venezolana, comenzaron a llamarle.
«Todo el stock que teníamos para la venta ya lo liquidamos en estos días, en un par de semanas; todo salió a partir del apagón del 7, tanto maquinitas portátiles que la gente desesperadamente se las lleva para uso en el apartamento y maquinas ya estables, estacionarias en residencias casas o edificios», cuenta.
La empresa de Vázquez lleva diez años en el mercado venezolano. Con camiones llevan las plantas eléctricas hasta el lugar donde lo requiere el cliente, estacionándolo allí en el caso de los servicios de alquiler de corta duración, o dejando el equipo instalado en el caso de los de más largo plazo.
«El negocio se ha hecho muy popular sobre todo en el tema de alquiler y se va a seguir haciendo más popular a raíz de todo esto que estamos viviendo», dice.
Otro empresario del sector que prefirió identificarse como Andrés (nombre no real) especializado en clientes financieros señala a Efe que ha tenido un «repunte» en las ventas «en las partes de motogeneradores y con la parte de sistemas de corriente ininterrumpida, con las UPS».
«Se ha multiplicado, un aumento del 200 o 300 % fácilmente, más que todo generadores, normalmente los requerimientos de generadores pequeños», añade.
Muchas entidades financieras han visto que tenían que preparar un respaldo adecuado para sus sucursales y por eso se ha producido un salto importante en las operaciones.
Lamenta que en este contexto «hay gente que ha visto una oportunidad, siempre hay gente que son un poco oportunistas con el negocio» y defiende la profesionalidad de las empresas que llevan más tiempo trabajando.
Pero hay quien también les mira con recelo y les acusa de falta de solidaridad, y de aprovecharse de la situación.
«Esto es lo que yo hago, no me estoy aprovechando del mal ajeno solo estoy haciendo mi trabajo», mantiene, al recordar que hace 15 años que se dedica a este negocio.
Para Vázquez, lo que están haciendo es ayudar en esta situación a toda la población.
«No es aprovecharnos de las oportunidades a lo cruel sino simplemente brindar una ayuda en esta emergencia que estamos pasando todos, porque nuestro equipo en la compañía nos vemos afectados con esto», afirma.
«Hay quienes lloran y hay quienes venden los pañuelos», dice.