Cientos de venezolanos que se encuentran atrapados en Cúcuta después de que Nicolás Maduro anunciara el pasado 23 de febrero la ruptura de relaciones con Colombia viven el drama de no poder llegar a su país con insumos para suplir las necesidades básicas que allí son un lujo.
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Estas personas, víctimas de la crisis humanitaria que vive Venezuela, llegaron este miércoles a los diferentes puentes que conectan a estos dos países con la ilusión de regresar a sus hogares; ilusión que rápidamente chocó contra la barricada de la Guardia Nacional Bolivariana, que les negó el paso.
Debido al cierre de frontera que el Gobierno colombiano ordenó durante tres días, una multitud de venezolanos que necesitaban volver a su país se estableció en los alrededores de los cruces fronterizos a la espera de su apertura, durmiendo en las calles y comiendo lo que los lugareños les podían proveer.
En el puente Simón Bolívar, principal cruce fronterizo entre ambos países, estaba Stick Olivares, uno de los pocos que se animaron a acercarse a la Guardia Bolivariana para solicitar el acceso a la ciudad venezolana de San Antonio.
Junto a su madre Alba entraron este martes a Cúcuta gracias a una excepción hecha por las autoridades de los dos lados del puente, que ignoraron el cierre fronterizo para permitirle a la anciana de 73 años recibir el tratamiento para combatir el cáncer que padece y que en Venezuela no es posible tratar debido a la falta de insumos médicos.
«Pasamos por el tratamiento de mi madre, que en Venezuela no estaba en el momento que se presentó la emergencia, no estaba el medicamento», dijo Olivares a periodistas.
Pese a verse beneficiado por la excepción, el problema llegó hoy cuando la guardia le negó el paso de regreso a Stick y su madre, quien atravesó el puente en una silla de ruedas bajo un sol abrazador para recibir la negativa.
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«Yo creo que ya es mezquindad de la persona que está a cargo», aseguró el joven, visiblemente furioso por la falta de «humanidad» mostrada por los militares venezolanos.
Los más intrépidos no quisieron esperar a que los guardias permitieran el paso y se animaron a emprender el trayecto de vuelta a su país a través de los pasos ilegales conocidos como «trochas».
La mayoría de estas estrechas rutas se abren paso entre la maleza, son usadas para el transporte de contrabando y su control está bajo el poder de bandas criminales.
Cruzar por esos caminos inhóspitos no es una opción para muchas personas, que en su mayoría llegan a Colombia en busca de empleo o para abastecerse con medicinas y productos de primera necesidad que escasean en su país y quienes ahora viven con la incertidumbre de saber cuándo podrán regresar a su tierra.
Otro de los venezolanos que padece la complicada situación que se vive en la frontera es José Duarte, quién se acercó personalmente a los militares de su país para suplicar que le dejaran pasar el féretro con el cuerpo de su hijo fallecido y poder darle cristiana sepultura.
«Estoy desde la mañana tratando de cruzar la frontera con él, pero la guardia me dice que no», contó Duarte a Efe.
El padre explicó además que el deceso se dio porque la enfermedad en el hígado que sufría su hijo de 37 años no pudo ser tratada en el país vecino, lo que lo obligó a venir a Cúcuta donde fue atendido, pero no fue suficiente para salvar su vida.
«No fue atendido en Venezuela porque no hay insumos, no hay nada», afirmó con voz quebradiza.
En medio de la desesperación, Duarte no descarta otras alternativas, por locas que parezcan, con tal de poder llevar el cuerpo hacía su tierra donde su familia le espera.
«Si mañana, tipo 10 de la mañana, no soluciono nada, me lanzo por la trocha», sentenció.