La madrugada del domingo 5 de marzo de 2017, dos delincuentes ingresaron al bar Oxígeno, ubicado en la localidad de Fontibón.
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Con armas blancas y de fuego, asesinaron a cuatro personas, aparentemente, para robar el producido del bar.
Sin embargo, los asesinos creyeron que mataron a cinco.
Cuando los investigadores llegaron al lugar, encontraron cinco cuerpos amordazados y con señales de tortura.
En la escena estaban Franklin Caicedo, el dueño del establecimiento; su esposa, Graciela Trujillo; Dúver Trujillo, primo de ella y mesero; y Luis Córdoba, también mesero.
También hallaron, recostado y malherido, al DJ de la discoteca, un ciudadano Venezolano, a quien Cuatro Caminos identificó como José Luis Taborda.
El joven estuvo un mes en coma, pues recibió aproximadamente 37 puñaladas.
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Sobreviviente de la masacre en un bar de Fontibón revela nuevos detalles
Una mesera que había salido del lugar antes del crimen señaló a la policía al celador del bar.
No sabía su nombre, pero entregó una selfie suya donde se ve su reflejo atrás. De este modo las autoridades lograron obtener las imágenes de los detenidos.
Tras un largo proceso, Taborda logró recuperarse.
Por esos días, la Policía le mostró la foto de ambos y él los reconoció.
Así fueron detenidos (Luis Murillo y Yoiber Adilson Mosquera) por los delitos de homicidio agravado, tentativa de homicidio, porte ilegal de armas y tortura.
Sobreviviente de la masacre en un bar de Fontibón revela nuevos detalles
Actualmente, José Luis Taborda vive en Santiago de Chile.
Según relató a Cuatro Caminos, los guardaespaldas que trabajaban en aquel bar fueron los encargados de perpetuar la masacre.
«Quién actuó primero fue Luis Murillo. El primer disparo es para Franklin», aseguró.
Posteriormente, atacaron a los meseros, luego violaron y asesinaron a Graciela, la esposa de Franklin.
finalmente le dijeron a José Luis que lo dejarían vivo, pero que necesitaba que le dieran unos celulares, que también vendía Franklin.
«Me amarran las manos y me llevan a la parte de arriba de la discoteca. Yo les suplicaba que no nos hicieran nada», agregó.
Los delincuentes le dieron a José Luis que lo dejarían vivo con la condición de que les entregaran unos celulares.
Él colaboró, sin embargo, los sujetos lo empezaron a atacar. Le propinaron dos golpes en la cabeza con un extintor y múltiples puñaladas.
«Uno de los dice que no me dejen vivo, que no es uno el que puede quedar vivo, porque puedo ser un sapo, un testigo. Subo las escaleras de la discoteca y pierdo el conocimiento», recordó.
Su recuperación fue clave para atrapar a los delincuentes.
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