En septiembre de 2017, en vísperas de la visita del papa Francisco, los colombianos soñaban con la «paz total» al encadenar el acuerdo firmado con las FARC, los diálogos con el ELN y un posible sometimiento a la Justicia de la mayor banda criminal, pero 16 meses después el país no supera el conflicto armado.
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El atentado terrorista del pasado jueves en Bogotá contra la Escuela de Cadetes de la Policía, que costó la vida a 20 personas y al propio atacante y dejó heridas a 68 más, dio la estocada a un proceso de paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) que nunca llegó a despertar el entusiasmo de los colombianos, como sí ocurrió con el de las FARC.
Una vez la Fiscalía y el Ministerio de Defensa responsabilizaron al ELN del atentado, el presidente colombiano, Iván Duque, ordenó reactivar las órdenes de captura de los jefes «elenos», que están en Cuba por los diálogos de paz, y aunque no llegó a anunciar la ruptura, su determinación deja en punto muerto un proceso agonizante desde hace meses.
Duque fue más allá y pidió a Cuba «hacer efectivas las capturas de los terroristas que se encuentran en su territorio y entregarlos a las autoridades policiales colombianas», petición que el Gobierno de la isla ya dio a entender que no atenderá porque hay de por medio unos protocolos diplomáticos firmados cuando las conversaciones fueron trasladadas de Quito a La Habana, en mayo de 2017.
Al respecto, el exnegociador con las FARC Álvaro Leyva Durán y el senador de izquierdas Iván Cepeda, promotor de los diálogos, recordaron al Gobierno «que los términos en los que debe dejar el territorio de Cuba la delegación del ELN están taxativamente estipulados en los protocolos reservados que fueron convenidos para dicho fin entre las partes».
El Gobierno colombiano argumenta que en este caso, por tener como trasfondo un atentado terrorista, la Justicia prima sobre los protocolos diplomáticos, pero de cualquier forma resulta impensable que los jefes guerrilleros perseguidos durante décadas sean entregados justamente por la isla comunista en cuyas figuras revolucionarias, Fidel Castro y Ernesto «Che» Guevara, se inspiran.
En los últimos 30 años, distintos presidentes colombianos intentaron un acuerdo de paz con esta guerrilla de inspiración marxista-leninista, y el 10 de octubre de 2016 el Gobierno y el ELN anunciaron el inicio de una negociación después de más de dos años de conversaciones «exploratorias» en Ecuador.
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Tardaron cuatro meses más en instalar la mesa de diálogos en Quito, donde en casi año y medio no se llegó a ningún acuerdo sustancial, salvo uno para un cese el fuego bilateral de cien días que marcó el paso de 2017 a 2018.
Trasladadas a La Habana en mayo del año pasado, después de que Ecuador desistió de ser país garante, las negociaciones se fueron difuminando en la brisa caribeña y sin pena ni gloria cerraron su última ronda el pasado 3 de agosto, en vísperas de la asunción presidencial de Duque.
En su discurso de investidura, el nuevo mandatario puso en revisión el proceso para presionar al ELN a renunciar al secuestro y demás actividades criminales, mensaje que no ha calado en los dirigentes de una guerrilla que, a diferencia de las FARC, ha optado por continuar la lucha armada, sin dar muestras reales de voluntad de paz.
El acuerdo con las FARC, firmado en noviembre de 2016, no ha sido del agrado de medio país, pero sus resultados son innegables porque desactivó uno de los grandes focos de conflicto, a pesar de que los guerrilleros que han vuelto a tomar las armas en grupos de disidentes son más de 1.200, según distintas fuentes.
Menos resultado produjo el intento de sometimiento a la Justicia del Clan del Golfo, una banda criminal de origen paramilitar que se lucra del narcotráfico, las extorsiones y la minería ilegal, y del cual no se pasó del anuncio optimista del entonces presidente y Nobel de Paz Juan Manuel Santos, cuando el país se preparaba para recibir al papa.
«Esa paz total la vamos a construir juntos, todos unidos», era el discurso de Santos sobre el eje de su segundo mandato, y en septiembre de 2017, pocos días antes de la visita de Francisco, el país creyó estar cerca de conseguirlo, pero hoy la realidad es otra y el atentado terrorista del pasado jueves así lo demuestra.
Por esa razón, el sumo pontífice afirmó hoy, tras el rezo del Ángelus en la plaza de San Pedro, que continúa «rezando por el camino de la paz en Colombia».