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Barú: así viven los jóvenes en el otro lado del destino turístico

Barú no es solo una isla turística. En esta península ubicada en Cartagena hay tres corregimientos y sus habitantes ya se sienten relegados por el turismo

Las espectaculares playas de Barú, de diferentes tonos azules, hacen resaltar la infinidad de hoteles y fincas lujosas que millonarios de todo el mundo han levantado en este privilegiado lugar. Pero a pocos kilómetros de ahí viven los baruleros, los que nacieron ahí y que han tenido que ver cómo poco a poco el turismo les va quitando su territorio.

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Es un lugar lleno de contrastes porque, mientras todos conocen una parte de la famosa isla de Cartagena, al otro lado viven centenares de jóvenes en precarias condiciones, sin servicio de agua y alcantarillado y con un servicio de energía intermitente.

Pese a esto, los jóvenes buscan siempre espacios de recreación en lugares diferentes a su colegio, llamado Institución Educativa Luis Felipe Cabrera de la Fundación Fe y Alegría, el único del lugar y que alberga a 750 niños en primaria y bachillerato.

Personas de otros lugares del país en los que no existen tantas incomodidades como las hay en esta población deciden constantemente viajar hasta ahí y ayudarlos a tener una vida digna.

Es el caso de Mariana Sanz y Laura Restrepo, dos jóvenes que decidieron llevar su granito de arena hasta Barú y cambiar la vida de los más pequeños.

Mariana es abogada de la Universidad de los Andes y desde hace nueve meses vive en esta península gracias a un programa que se llama Enseña por Colombia. Llegó a Barú para enseñar inglés, pero también ha enseñado a sus estudiantes a ser atletas y a cuidar de su cuerpo.

Barú es el último corregimiento de los tres que hay. Los otros dos son Ararca, Santa Ana y Barú. Ella contó que en ninguno de ellos hay alcantarillado, aunque acueducto sí hay en los otros corregimientos, menos en Barú  y el servicio de energía lo ofrece Electricaribe.

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Esta isla cartagenera no es ajena a los problemas que esta empresa tiene en toda la región Caribe. Pero ellos tienen un agravante: siempre que se va la luz también se va el agua porque en Barú, no el de los hoteles, extraen el agua de un pozo con ayuda de una moto-bomba que solo funciona con energía.

“Aquí se ha ido la luz muchas veces hasta tres días y eso afecta todo en la población porque entonces se tienen que suspender las clases”, dice Mariana. Ella explica que por cada salón hay aproximadamente 45 niños y es inhumano someterlos a una clase a más de 35 grados de temperatura.

Por si fuera poco, no hay un puesto de salud. “Desde hace cinco años lo están construyendo pero aún no está listo. Lo más cercano que tienen es Cartagena, a una hora de camino en lancha. Tampoco hay carretera, hasta ahora lo están haciendo gracias al hotel de Aviatur”, agregó.

Mariana, al llegar a su nuevo trabajo, pensó en la necesidad de mostrarles el mundo que pueden alcanzar más allá de las opciones que tiene.

Por eso motivó a varios jóvenes de su clase a hacer deporte diario y para eso les puso como meta correr la Media Maratón del Mar que se hará en Cartagena el próximo 21 de octubre.

“Lo de los corredores surgió porque yo soy una adicta al deporte y soy consciente del poder transformador del deporte y Barú es una comunidad afrodescendiente y son muy fuertes físicamente y ellos mismos buscan muchos espacios de recreación. Desafortunadamente no hay lugares para hacerlo. Ellos juegan fútbol en un playón que se encharca cada vez que llueve y es donde duermen las vacas, pero ellos lo transforman en una cancha cada vez que desean jugar”, manifestó.

Cuando les contó a sus estudiantes sobre el plan de salir todas las mañanas a correr junto a la playa muchos dijeron que sí y salieron junto a ella a trotar. Pero con el paso de los días, cuenta, se fueron desmotivando. “Diariamente los motivaba a seguir y al final logré que cinco de ellos siguieran conmigo. Son cuatro ‘pelaos’ y una niña”.

Pese a que no tenían los zapatos adecuados para correr ellos buscaron entre los zapatos de sus tíos, primos o padres unos que sirvieran para la rutina diaria y poder seguir con el entrenamiento. Fue así como a Mariana se le ocurrió buscar donaciones de tenis entre sus amigos y lo logró. Desafortunadamente poco antes de entregárselos a los niños se los robaron. Pero volvió con más ganas y buscó más donaciones hasta lograr que cada niño tuviera un par de tenis para correr el próximo fin de semana. “No sé cómo nos irá, pero sí quiero que ellos regresen a sus casas con una medalla colgada en sus cuellos y se den cuenta que sí pueden lograr todas las cosas positivas que se propongan.

Una menstruación sin tabú

“La menstruación es un tema que en Colombia está lleno de tabúes. Y pese a que es un tema de higiene, también va ligado con el autoestima y de la concepción de la mujer y culturalmente nos han enseñado que debe ser algo que nos incomoda”, contó Laura Restrepo, fundadora de Bloom Cup Colombia y creadora de una iniciativa que busca recaudar copas menstruales para las niñas de décimo y undécimo grado. Su campaña propone que por cada compra de una copa otra sea donada a una adolescente en Barú.

Laura junto a Mariana buscan llevar un número de copas a esta población para que más jóvenes tengan una menstruación digna y, a su vez, ayuden al medio ambiente.

“La idea de llevar copas menstruales a lugares como Barú nace de la percepción de los múltiples beneficios que trae su uso, como empezar a cambiar la relación de las mujeres con nuestro cuerpo, de cómo percibimos la menstruación. Entonces es quitarnos el asco, el miedo y el tabú. Además de las ayudas al medio ambiente y la economía que significa usar una única copa por los próximos 10 años”, indicó Laura.

Ella viajará la próxima semana a Barú para entregar las copas recaudadas, pero esta donación estuvo acompañada de varios talleres. Ya van tres talleres de sensibilización del cuerpo de la mujer con las niñas y nos dimo cuenta que ellas no sabían muchas cosas y que estaban llenas de mitos y de desconocimiento”, manifestó Mariana. Agregó que “En este momento hay 12 casos de embarazos en bachillerato y nos dimos cuenta en estos talleres que la copa menstrual va a abrir un espacio para que ellas se empoderen y puedan transmitir a las demás niñas, las más pequeñas, los conocimientos que adquirieron sobre su cuerpo”.

Tal vez estos jóvenes de Barú continuarán su vida bajo las dificultades que día a día se les presentan, pero ellos esperan que “el lugar en el que nacieron no defina su destino”.

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