Las voces de las víctimas de violencia sexual en el conflicto armado colombiano han sido silenciadas durante décadas, pero cuando se levantan suenan así: «Nosotras no somos una cifra más».
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Esa es la rotunda afirmación que dio a Efe Abigaíl, un nombre ficticio para una mujer que sufrió reclutamiento forzado, violaciones, la desaparición de su marido y varios desplazamientos desde los quince años.
«Queremos que nos miren como mujeres que nos hemos sabido sobreponer», añadió la mujer antes de empezar a contar su historia, y explicó que habla para ayudar a que «todas las mujeres hablen, para que no se queden calladas».
Abigaíl fue secuestrada por la guerrilla en el campo colombiano, donde un comandante de escuadra abusó sexualmente de ella, y sólo consiguió escapar de allí a cambio de favores sexuales con otro guerrillero.
«En ese momento yo pensé que era normal, tenía quince años. Apenas empecé a contarlo en 2014 (…) Me daba vergüenza, me sentía culpable, uno se siente culpable y sucio. Incluso ahora a veces también», describió.
Historias como la de Abigaíl se repiten en los testimonios que recoge el informe «La guerra inscrita en el cuerpo», publicado la víspera del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer por el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), y en el que ella participó explicando sus experiencias.
El estudio determina que más de 15.000 personas, el 91,6 % de ellas mujeres, fueron víctimas de violencia sexual en el período comprendido entre 1958 y 2017, perpetrada por todos los actores del conflicto armado colombiano.
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Mari Echeverri es un ejemplo, amiga de Abigaíl y participante de la investigación en el estudio, contó a Efe también bajo nombre falso que fue violada y torturada por guerrilleros con los que pasó diez años.
«Todavía siento miedo. Hace cinco años que empecé a hablar de eso (…) Yo me estaba hundiendo en la tristeza, las mujeres nos sentimos desamparadas», afirmó.
Mari no sólo sufrió su violencia sexual y torturas, sino que tuvo que ver cómo los guerrilleros secuestraban mujeres de las zonas vecinas y las maltrataban, «y a quien se ‘portaba mal’ la mataban», recordó con la voz entrecortada.
«Cada vez que uno habla de eso se descompone», reconoció Mari, que ha encontrado en la escritura una herramienta para superar sus experiencias, igual que su amiga Abigaíl.
Abigaíl reconoció que, pese al acuerdo de paz firmado con las FARC, aún no se siente segura, ya que recientemente volvió a sufrir un ataque sexual por parte de integrantes de grupos armados herederos de los paramilitares que se convirtieron en bandas criminales dedicadas al narcotráfico, la extorsión y la minería ilegal.
«Las mujeres estamos expuestas a nuevos ataques, no hay seguridad plena, no sé qué hacer para estar segura. Quisiera estar en un hogar tranquilo donde supiera que no me fueran a violar. Creo que no existe un lugar así en este país», afirmó entristecida.
Mari se mostró algo más optimista al hablar sobre el proceso de paz: «Creo que a otras mujeres pueden ayudar a la paz, el proceso, los diálogos».
Sin embargo, reclamó a los guerrilleros que «ya que están buscando la paz, reconocieran todo lo malo» que les hicieron: «está tatuado en nuestra alma para siempre», afirma.
«Nosotras somos unas berracas (valientes) que fuimos capaces de hablar. Muchas mujeres no pudieron hablar, por el miedo o porque las mataron», sentenció Mari.
Con información de EFE.