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“Las compré y vendí como si fueran ganado”: proxeneta revela la infernal y aterradora vida de las “esclavas sexuales”

Un hombre conocido como “Miguel, el Músico” dio a conocer la escalofriante realidad que viven las mujeres que son víctima de la trata de blancas, en una historia que quedó registrada en el libro “El proxeneta”.

«La primera regla que se aprende es a no mirarlas como tuyas, sino como la materia prima de tu negocio. Es importante no involucrarse en su vida más allá de lo necesario (…) Simplemente es una propiedad, como la Coca-Cola que vendes, y hay que tratarla como tal. Si te involucras en su vida o en sus problemas, te puede afectar, porque esa mercancía tiene sentimientos (…) Creamos una forma de vida que se sostiene gracias a la esclavitud, sin siquiera saberlo o pensarlo (…) La trata dio paso a los macroburdeles para los clientes, que no eran otra cosa que cárceles de lujo repletas de miseria, para las mujeres esclavas de un sistema nuevo y cruel. Las convertimos en grandes máquinas expendedoras de dinero».

Las palabras de «Miguel, el Músico» sorprenden por su crudeza. Pero sin embargo, detrás de esa impertérrita frialdad, se esconde una verdad que no da lugar a los sentimientos, sino que a la más absoluta indiferencia: la trata de blancas.

El hombre, cuyo nombre es lógicamente ficticio, dio a conocer su verdad a la directora de cine Mabel Lozano, registro que quedó inmortalizado en el libro «El proxeneta», el cual fue tratado por el diario El País.

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En sus palabras, el sujeto se jactó de cómo ingresó a un ramillete de bellas jóvenes colombianas, las cuales supuestamente eran parte de la selección femenina de taekwondo, paseándose como ‘Pedro por su casa’ por el aeropuerto de Madrid. Traían uniforme oficial, documentos que certificaban su participación en un campeonato, sus fichas federativas y los informes del gimnasio de Cali en donde practicaban. Nadie les puso ningún pero y horas después viajaron en bus a la localidad de Valdepeñas, en donde un grupo de hombres las esperaba para ser distribuidas a diferentes clubes nocturnos. Todos los escritos que portaban eran falsos, era una maniobra orquestada por «El Músico» como parte de una apuesta con otros proxenetas para ver quién ingresaba más mujeres por el terminal aéreo. Se ganó un BMW.

«Nadie se levanta una mañana y decide ser puta, pero nosotros tenemos la tela de araña perfectamente tejida donde caben las promesas de una vida mejor para ella y los suyos, los halagos que le gusta escuchar y algunas ayudas insignificantes que le presentamos como grandes favores y que ella nos agradece como si lo fueran. En cuanto la mosca pega sus diminutas patitas a la red pringosa, ya le es imposible soltarse», confiesa al hombre, relatando como engañan a cientos de mujeres día a día.

«La balanza del acuerdo verbal no se inclina a ambos lados por igual. Por eso el supuesto consentimiento de las víctimas no es más que una farsa donde no existen los requisitos éticos imprescindibles en cualquier relación personal, social o laboral (…) Yo surtí, durante años, a doce de los mejores macroburdeles que existen en la actualidad en España. Los llené de esa materia prima que los puteros llaman ‘carne fresca’, día a día. Y jamás me paré a pensar si la mercancía que yo importaba eran personas como yo. Ellas eran otra cosa. Eran putas», afirmó.

En ese punto, centró sus palabras para contar la historia de Lucía, una joven colombiana de 18 años, madre de un pequeño hijo, que viajó a España con la idea de trabajar como camarera y así poder enviar dinero a su familia. Y en unos meses, poder llevarse al menor con ella. Sin embargo, la realidad fue muy lejana a eso.

Apenas pisó suelo hispano se enteró de la verdad: tenía que prostituirse. «Enmudecen. Luego entran en estado de shock y empiezan a llorar. De forma inagotable. Porque saben que no hay vuelta atrás, que se han quedado atrapadas», indica el artículo.

En seis meses, Lucía logró sumar los 6 mil euros que le pedía «El Músico» por llevarla a España y darle un trabajo. También pagó los 50 euros diarios que le cobran por poder trabajar en el salón del burdel. Ella estaba feliz, por fin había acabado su infierno. Pero no. «Miguel» le indicó que aún faltaban 425 euros para saldar la deuda, ya que le había faltado considerar otros gastos, así que le dijo que hablaran en un mes.

Sin embargo, para poder seguir trabajando debía pedir una extensión del visado, ya que la preliminar solamente duraba 90 días. Y pese a que este trámite es gratuito, el proxeneta le pidió 1.200 euros y así podría estar tranquila sin temor a las autoridades. Al mes, la mujer volvió: al fin pagaría todo y podría volver a Colombia y olvidarse que trabajó prácticamente como «esclava sexual».

Pero no. «El Músico» le señaló que también tenía que pagar gastos por alimentación y hospedaje. La deuda nuevamente creció, y bastante más. «Se empezó a morir por dentro», señaló el hombre.

Pasaron varios meses y ahí estaba ella, continuaba prostituyéndose. Un día no apareció, siendo hallada en el suelo del baño rodeada de sangre: se había cortado las venas. Pese a la gravedad, la joven colombiana sobrevivió y apareció nuevamente en el burdel, pero ya era otra, parecía veinte años mayor. «Esa mujer había devorado sin compasión a la joven y bella Lucía, quien dio por hecho que a su deuda interminable se le sumarían las facturas de la ambulancia, el médico, el hospital, las medicinas, la diaria, e incluso una multa por su intento de suicidio», expresó el proxeneta.

«La tuvieron prostituyéndose más tiempo en otro club, éste de Denia, y al cabo de unos meses tuvieron que ingresarla en un hospital psiquiátrico. Había muerto del todo. Nunca volvió a Colombia, nunca supo más de su madre, nunca volvió a ver a su hijo», expresa el artículo del medio. Sin lugar a dudas, un crudo relato.

 

 

 

 

 

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